Reflexión del lunes. Derechos de ida y vuelta. | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Reflexión del lunes. Derechos de ida y vuelta.

Con el paso de los años –y de los lustros- una va dejando caer ciertas capas de impulsividad que tuvieron su momento de gloria en el pasado. Ocurre ahora (me ocurre) que ya soy menos rápida a la hora de devolver “pelotas” dialécticas, o como se dice ahora “dar un zasca”; pero eso no quiere decir que me quede en modo “zen” sino que me doy el tiempo –apenas unos minutos- para reaccionar ante ese tipo de estímulos previa revisión de los “apuntes”.
Suele ocurrir con mucha frecuencia que, en un grupo, haya alguna persona que reivindica sus “derechos” cada vez que emite una opinión acerca de casi cualquier tema. Son aquellos que tienen siempre a mano alguna coletilla del tipo, es que yo soy libre para… o tengo todo el derecho a… sentando sus reales por encima de las normas tácitas del grupo o sembrando un desbarajuste verbal con salidas de tono.
Entonces, también suele ocurrir que los demás se callan (nos callamos) porque la buena educación nos ha enseñado a no saltar a la yugular a las primeras de cambio sino a darnos un margen antes de ponernos al mismo nivel que el supuesto “adversario”. El uso y la costumbre consiste en no decir lo que uno piensa y luego, ya en petit comité o a la espalda, criticar y poner a parir a quien ha soltado un desafuero y ha dejado a los demás en k.o. técnico.
En realidad, ese pretendido “derecho” que esgrime el que alza la voz para acallarnos, es un derecho “de ida y vuelta”; vamos, que TAMBIÉN nosotros lo tenemos aunque no lo esgrimamos habitualmente, seguramente porque tenemos un poquito mejor educación o un poquito más de respeto.
Hice la prueba hace poco. Tomando un café vespertino con un amigo surgió –cómo no- el tema de todos los días: la situación en Catalunya.
Le escuchaba –porque era su turno de palabra- con la atención debida, máxime porque es catalán y mayor que yo, condiciones ambas que (supuestamente) le habilitaban a mis ojos para emitir una opinión ponderada sobre tan espinosa cuestión.
Pero resultó que el buen hombre se me fue por las ramas. Pegó un brinco tipo salto mortal y acabó disertando sobre supuestos paralelismos entre “su tierra y la mía”. Cuando dijo una “boutade” de las gordas –de las gordas para mí, que llevaba escuchando casi un cuarto de hora sin decir ni mú-, le interrumpí y le dije: “no, no y no. Por ahí no sigas que vas muy mal”.
Al verse interrumpido bruscamente compuso un gesto airado para a continuación espetarme de malas maneras: “Yo tengo todo el derecho a expresar mi opinión en libertad…y si no te gusta, te aguantas”.
¡Toma ya! ¡En mitad de la cara y a plena luz del día!
Entonces no sé qué me pasó, porque yo no soy así habitualmente, pero se me ocurrió contestarle con sus mismas palabras. “Pues YO TAMBIÉN tengo derecho a expresar mi opinión en libertad, y mi opinión es que has dicho una tontería como la copa de un pino…y si no te gusta, te aguantas.”
No aguantó. Se levantó de la silla y se marchó sin despedirse. No he vuelto a saber de él, ni para bien ni para mal, aunque sabe que nos hemos de encontrar de nuevo en algún momento puesto que pertenecemos al mismo grupo que se reúne cada cierto tiempo y dudo mucho que deje de acudir por no verme a mí.
Ahí quedó en el aire, su alegato y mi respuesta. “Yo también tengo derecho a…” lo que se quiera. Son derechos de ida y vuelta, se reflejan en el mismo espejo… basta con detenerse a pensar en ello.
Que estamos demasiado acostumbrados a callar, a rumiar y a enfadarnos por dentro en vez de enfadarnos por fuera, como corresponde. Os invito a hacer la prueba la próxima vez. Ya veréis cómo funciona…
Felices los felices.
LaAlquimista
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Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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