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Cecilia Casado

A partir de los 50

Medianoche en Paris

Pertenezco a la generación que dejó de soñar y se hizo adulta con las películas de Woody Allen; soy de las que se puso sombrero y pantalones con tirantes para imitar a Diane Keaton y su progresía edulcorada de un Manhattan de celuloide y después pasó a los vestidos y poses pseudo hippies y las trencitas ingenuas y llenas de complejos de Mia Farrow.

Como la vida, las películas de Woody son tragicómicas, impregnadas de lugares comunes, referencias absurdas, personajes que no valen nada o que lo valen todo. Con miedo a la muerte y más miedo todavía al amor, dos horas absurdas de soledad con banda sonora original de Gershwin y alguna que otra sonrisa amarga entre medias. Personajes estrafalarios o vulgarmente comunes en sus anhelos, sus cuitas y sus más que imposibles y ridículos sueños de grandeza. Un tipo feo, flacucho y bajito jugando a ser dios. No tan diferente de cualquiera de nosotros.

Han pasado 44 años desde que Allan Stewart Königsberg rodó como director “Lily, la tigresa” y ha venido haciendo una película al año –o incluso dos- desde entonces, como una máquina, compulsivamente, entre concierto y concierto de clarinete (por cierto, nada dignos de mención excepto por lo anecdótico). En esos años, en que no he dejado de ver ninguna de sus películas, -y muchas de ellas muchas veces-, sus obsesiones han acompañado el tiempo de lucha y se han atemperado en el tiempo de lucidez, con la llegada de la vejez.

Ahora se deleita paseando por Barcelona o por Paris como un ancianito que intenta apresar todavía un poco de nostalgia entre las palmas de sus manos temblorosas. “Desmontando a Woody” y desmontando toda nuestra vida, porque él, al igual que los que le seguimos unos años por detrás en la carrera de la vida por llegar al final el último a ser posible, probablemente busque ya nada más que atesorar un poco de belleza antes de que sea demasiado tarde.

Y Paris es perfecto para eso. No os perdáis “Midnight in Paris”. Ni la vida.

En fin.

LaAlquimista

Foto: C.Casado

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


mayo 2011
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