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Cecilia Casado

A partir de los 50

Reflexión del lunes. El cambio.

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¡Cuánto tiempo y energía habremos desperdiciado en la vida pretendiendo conseguir que “los demás” cambien de actitud, comportamiento o pensamiento para beneficio propio!. Es decir, cambia tú para que yo esté mejor, modifica tus formas o maneras para mi comodidad y, de paso, si eso te reporta algún beneficio a ti también, pues eso que ganas.

Recuerdo aquellos tiempos en los que muchas mujeres creían firmemente –aunque sin más base que los consejos de sus propias madres o abuelas- que al casarse cambiarían los “defectos” de sus novios/maridos, y no digo yo que no se transformaran, pero seguramente en otros de peor calado. Incluso he conocido a hombres que también pensaron alguna vez que sus novias/esposas cambiarían las mañas adquiridas y las manías arrastradas gracias a los buenos oficios del amor o las normas matrimoniales. Para reir por no llorar…

Y con los descalabros padecidos –de los que no me excluyo- se abrió la puerta al famoso “cambio de actitud”, aquel mantra tan bonito de los primeros libros de auto-ayuda de hace treinta años en los que se nos explicaba –almas cándidas que éramos- cómo tan sólo teníamos que variar “el enfoque” para erradicar con buen tino de nuestra vida todo aquello que nos hiciera daño.

Es decir: ¿Que te quedabas sin trabajo? Pues bastaba con pensar que era “el Universo” quien propiciaba ese cambio para tu personal crecimiento y ya te quedabas más tranquilo. ¿Que tu novio o marido te hacía pasar las de Caín a base de perseguir –y conseguir- a otras “pastorcillas”? Pues a respirar hondo un buen rato todas las mañanas y adoptar la actitud de “eso no va conmigo, es problema de él que tiene carencias importantes” y ya como que te dolía menos la ofensa y te picaba menos la rabia. (E incluso desaparecían las ganas de echarle algo en la comida).

Bromas aparte, pongámonos serios que el tema lo es.

Cuando no nos agrada o no nos conviene la forma de comportarse de otra persona seguimos alimentando el discurso autocomplaciente de que “es cosa del otro” y como tal es “el otro” quien tiene que poner solución a lo que nos incomoda personalmente. Esta postura –absurda y ridícula donde las haya- la llevamos inoculada desde la infancia en nuestra memoria educacional. ¡Cuántas veces no habremos escuchado decir a nuestra madre o padre lo que el otro progenitor “hacía mal” y tenía que corregir! Nos ofrecían en casa el ejemplo más flagrante de autoritarismo sin paliativos que luego hemos visto repetido a lo largo de la vida en el entorno laboral, en la calle con los amigos y en el telediario en los políticos y gobernantes.

Cambia tú, que el problema es tuyo y me está salpicando a mí. Cambia tu discurso, cambia tus maneras, modifica tu pensamiento y corrige tu intención que me molestan, que no me convienen, que no quiero aceptarlas.

A veces funciona, no hay más que mirar alrededor para darse cuenta de cómo por mucho que se proteste, por mucho que se alce el puño y se grite, “el otro” no cambia más allá de una débil promesa –con los dedos cruzados por detrás- de intentar hacer lo posible y hasta lo imposible por remediar el mal que nos atribula.

Pero cuando no funciona, hay que hacer algo y ahí, en ese íntimo conflicto cada quien debe poner en funcionamiento sus propios recursos.

Personalmente tengo un truco que es muy sencillo –tan sencillo que pocos le pillan el intríngulis- y no es otro que quitarle al otro las riendas de la situación y tomarlas en mis manos; un cambio drástico que siempre suele ser efectivo por lo inesperado.

Cuando quiero que alguien cambie su actitud para conmigo, tan sólo me limito a CAMBIAR YO mi actitud hacia esa persona.

Prueben. Ya verán qué sorpresa.

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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