Hoy cumple cincuenta años y casi no ha pegado ojo en toda la noche; como la víspera del día de Reyes, la noche anterior a su cumpleaños se plaga de sueños y expectación, pero no por los regalos que va a recibir sino porque es el día en que todos en la familia estarán pendientes de ella, mimándola y haciéndole sentir aquello tan antiguo y bonito de “reina por un día”.
Cuando le preguntaron cuál sería el regalo que le apetecería recibir se quedó muy preocupada porque, así a bote pronto, no se le ocurrió nada que pudiera desear. Ya tenía en su vida suficientes “juguetes”, más que tiempo para disfrutar con ellos. Así que se puso a pensar con fuerza para que su familia no tuviera que romperse la cabeza; es un rollo esto de cumplir años –pensaba-, encima tengo que aportar ideas…
Revisó todo lo que había conseguido hasta ahora–aunque muchas cosas fueron regaladas, no las obtuvo con esfuerzo personal- y no se limitó a lo puramente material, por fin se ha dado cuenta de que la vida te da y te quita independientemente de lo que tú quieras controlar.
La familia en la que nació se ha convertido en la familia a la que ha hecho nacer, tuvo hijos como se esperaba de ella: un bucle duro y hermoso a la vez. Sus muñecos de antaño cobraron vida y ahora respiran a su lado aunque algunas veces no le den un respiro.
La casa de muñecas ha crecido y las habitaciones tienen flores de verdad y polvo también de verdad; ella juega a comiditas que se cuecen a fuego lento con llamas que pueden quemar y por la noche las canciones de siempre resuenan en su memoria y siente en su corazón la voz dulce de su madre que se mezcla con la suya en un dueto nostálgico.
Su vida ha sido como uno de los cuentos de hadas que poblaban sus noches infantiles, con bruja incluida (si no, no sería un cuento de hadas), con príncipe azul –ella lo pintó de ese color-, carroza de 16 válvulas y un palacio a medias con el Banco de la esquina. Las perdices salen de su imaginación cada vez que se sienta a escribir un cuento.
Hoy cumplirá cincuenta años y sabe que le toca ser la princesa bella y sonriente que ha sido siempre, -aunque algunas veces le hubiera apetecido más ser heroína de cómic- pero se ha mirado esta mañana en el espejo y ha visto su rostro cubierto de tanto amor que casi no se notaban las arrugas que le ha marcado la vida en el alma.
Así que ha decidido ser feliz hoy también para que todos los personajes de su cuento sigan siendo felices. Es lo que tiene ir de princesa por la vida, que una se preocupa más de las expectativas ajenas que de las propias…
Yo le felicito con todo mi cariño y le susurro al oído –como un regalo escondido- que ha llegado el momento de poner The End al cuento y empezar a vivir “fuera de palacio” que es donde se cuece la vida, donde hay risas y carcajadas, donde llueve y no hay paraguas, un campo sin vallas, un reloj sin alarmas, el lugar donde algunos se sienten libres…porque se han dado cuenta de que lo son.
Felices los felices.
LaAlquimista
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