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Cecilia Casado

A partir de los 50

No hay más que el momento presente

cambrils-saludo

 

Durante muchos años –demasiados- mi semana laboral comenzaba dando las gracias por tener trabajo pero volcándose enseguida en la esperanza del viernes. De la misma manera, a las ocho de la mañana, monitorizaba en mi mente la cuenta atrás de las ocho horas que me quedaban por delante. En enero, esperaba abril y en abril soñaba con agosto, siempre con la misma anhelante proyección de futuro. Rizando el rizo de la insensatez, a veces hacía una simulación virtual de cuánta pensión cobraría si me jubilaba antes o después. Un auténtico desatino.

¿Cuándo comencé a tomar conciencia de que si miraba a lo lejos me privaba de ver –o vivir- el ahora que me habitaba? Quizás fue cuando me di cuenta de que la palabra “presente” significa también “regalo”…

Me he pasado media vida o quizás más pensando siempre en lo que haré “después de”. Si estaba en el cine ya pensaba en qué bar podríamos ir a tomar la cerveza pertinente para comentar la película. Si estaba en la playa tomando el sol imaginaba la ducha fresca al llegar a casa; al arrancar el auto para salir de vacaciones intentaba visualizar el hotel reservado. Siempre lo que había al final del camino ocupaba mi mente privándome de disfrutar cada momento del mismo.

Hace unos ochos años mi hija mayor me regaló el libro “El poder del ahora” de Eckhart Tolle, sabedora de que andaba yo algo de vuelta de tanto libro, curso, taller, terapia y experiencia de auto-ayuda que casi nos obnubilaron a los de mi generación cuando nos dio por buscar respuestas a preguntas que ni tan siquiera sabíamos formular correctamente.

Desde la lectura de aquel libro y gracias al proceso de subrayarlo, repasarlo una y otra vez y tenerlo felizmente manoseado en mi mesita de noche, ha cambiado mucho mi visión de las cosas porque ya no miro la vida con “telescopio” sino con “lupa”. Es decir, planto el pensamiento y la intención en lo que estoy haciendo en cada momento dejando de lado los siguientes capítulos -que vendrán o no vendrán- aunque yo me esfuerce en imaginarlos.

presente

Aunque lleve una agenda con mis compromisos no actualizo mi “disco duro mental” más que con unas horas de antelación, las justas para preparar lo necesario. En absoluto dejo encima del sillón pequeño la ropa que me voy a poner al día siguiente sino que espero a levantarme, mirar el humor interno y el ánimo externo y decidir entonces. Tampoco dejo preparadas comidas para toda la semana: cada día me dejo sentir y decido qué quiero comer, entonces voy y lo compro o lo cocino. Es una inmediatez muy saludable y nada estresante.

Claro está que estando jubilada no parece tener mérito alguno lo que estoy contando, pero sé que no es cierto, que a pesar haber abandonado la noria laboral muchísimas personas siguen viviendo con estrés, que pese a tener a los hijos independizados les siguen la pista concienzudamente consiguiendo agobiarles a ellos además de a sí mismos. Gente “mayor” que “tiene que” limpiar todos los días o hacer la compra el sábado por la mañana porque así lo ha venido haciendo toda la vida; personas que organizan planes que si luego no se realizan les provoca una seria frustración, siempre mirando “más allá”, dejándolo todo listo y atado por si pasa algo –que siempre pasa aunque sea bien diferente de lo previsto y deseado.

Esta mañana he sentido cada uno de mis pasos por la orilla del mar en una caminata bien larga sobre la arena. No me he distraído con el móvil –porque no lo llevo conmigo-, ni sé cuánto tiempo ha durado porque desde que me jubilé dejé de usar el reloj en la muñeca. Cuando he sentido cansancio he virado un cuarto y me he metido en el agua mediterránea y tampoco sé si he estado mucho o poco tiempo entre nadar –poco- y flotar –mucho.

Luego me he tumbado bajo la sombrilla y creo que me he adormecido otro rato hasta que he sentido sed y he recogido mis enseres para tomar un rico café con leche en el bar de la playa.

El mar estaba en calma, la línea del horizonte serena y algunas aves buscaban alimento en la entrada del puerto.

De regreso a casa he sentido la intensidad de lo vivido cada uno de los instantes, plena y contenta de la experiencia matutina. Curiosamente, ni siquiera era media mañana; el tiempo nos regala lo mejor del “ahora” cuando sabemos dejar la mente tranquila y no la obligamos a pensar en nada. Es un lujo al alcance de casi todos aunque no seré yo quien diga que es fácil…

Mi vida fue durante muchos años una carrera contra reloj, un coche veloz por una autopista sin desviaciones pero con muchos peajes, un baile frenético sin ritmo alguno desde el amanecer hasta bien cumplida la medianoche. ¿He vivido sin sentirlo durante veinte, treinta años? Me estremezco, pero doy gracias por haber conseguido frenar a tiempo…

Felices los felices.

LaAlquimista

Foto: Cecilia Casado. “Mi otro mar”

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2018
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