Deseos, sueños y otras hierbas | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Deseos, sueños y otras hierbas


¿Quién no ha soñado despierto alguna vez? La respuesta es obvia: sí, claro, todos hemos soñado alguna vez. Cuando niños, cuando jóvenes e incluso un poco después. Pero ya se sabe que los sueños se desvanecen y hay que seguir viviendo como si no fuera con nosotros la cosa. O eso dicen.

Lo que pasa es que muchas veces se confunde sueño con deseo y es entonces cuando se complica la cosa. Un deseo es cuando uno anda loco por conseguir algo. El coche rojo, el hombre de mi vida, la casa en la playa, la plaza fija. Y para poder llegar a ello el ser humano es capaz de batirse el cobre hasta la extenuación. Porque los deseos se cumplen aunque no se posea una varita mágica, basta con luchar o maquinar, empujar o poner zancadillas, hacer la pelota o bajarse lo que haga falta. Un deseo, a fin de cuentas, parece ser “un extra”, algo sin lo que se puede vivir, un puro capricho, vaya. Lo peor de los deseos es cuando se cumplen. Entonces uno se da cuenta de que cualquier tiene un coche rojo, de que el príncipe azul ronca o no habla ni antes ni después (y mucho menos durante), de que la casa no sirve de nada si no hay con quién compartirla, de que la crisis no respeta los contratos indefinidos…

Pero los sueños… ¡ay, los sueños! Esos traspasan la barrera de lo físico, de lo tangible, se internan en vericuetos complicados del alma y de la mente, se disfrazan con ropajes de colores y lanzan destellos para mostrar tan sólo un recodo del camino antes de sumirnos en la oscuridad –como siempre. Al contrario que los deseos, los sueños están al alcance de cualquiera. No hace falta tarjeta de crédito ni título de propiedad porque ni se venden ni se prestan, no hay banco que sea capaz de ofrecerlos… porque son humo enamorado.

Es el instante en que una mirada se cruza con la nuestra y es la orden de salida para un discurrir fantástico y placentero que puede dar por seguro lo que no es aun sabiendo que no va a ser pero que da lo mismo. Es el tiempo detenido en silencio recogido que imagina un presente preñado de futuro aunque no sea más que un reflejo del pasado que no pudo ser. Es la sonrisa insistente que brota, una y otra vez, desde lo más profundo de nosotros repartiendo calor en el vientre, regalando brillo a la mirada y cantando al ritmo del corazón.

Los sueños son esas pequeñas tonterías –cotidianas y sencillas- que, como pompas de jabón van explotando una detrás de otra, una detrás de otra… alimentando el viaje a Itaca.

En fin.

(Dedicado a todos los soñadores que son muchos aunque no levanten la mano) 


LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


agosto 2011
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