Esta noche ha sonado el móvil a las cuatro de la madrugada; era mi hija anunciándome que le habían robado “todo” en un bar de la parte vieja; a ella y a la amiga que le acompañaba. Bolso y chaqueta, cazadora y pashmina, en camiseta de tiras y minifalda me la han dejado en mitad de la noche… y de la fiesta mayor del pueblo. Como la chica es espabiladita –a la fuerza ahorcan con una madre como la que tiene- me llamó desde las instalaciones de la Policía Municipal y con la denuncia en la boca. Entre las dos amigas tenían la cantidad de 0 euros para volver a casa –la una en casadios y la otra a media hora andando…
No vamos a entrar aquí a dilucidar si los amigos de lo ajeno tenían más necesidad que mi niña del dinero de su cartera y la blackberry que ya estará a la venta por ahí –que seguro que sí, no me cabe la menor duda. Tampoco quiero echar pestes sobre la costumbre, tan arraigada ella, que tenemos los donostiarras de proclamar a los cuatro vientos que “aquí no es como en Madrid”, porque ya va camino de serlo. Que en la playa seguimos yéndonos a dar el paseíllo y lo dejamos todo a la buena de dios y luego…pasa lo que pasa.
Los que perpetraron el pequeño desaguisado personal a estas dos jóvenes hablaban el idioma de Averroes y seguían –aparentemente- los preceptos de hospitalidad de su libro sagrado: muerde la mano que te da de comer. Pero tampoco de esto vale la pena hablar.
Mis hijas saben –porque yo se lo he machacado con ejemplos clarísimos y en mi propia carne- que “por las cosas no se llora”. Que un bolso y un móvil, la ropa y los maquillajes, la cartera y el dinero, los documentos que hay que volver a sacar (DNI-Carné de conducir-Visa-Tarjeta Osakidetza- Tarjeta Sanitaria Europea-Carné Joven-Carné Universitario-Tarjeta de Transporte y media docena más que no me acuerdo), no son nada por lo que valga la pena llevarse un disgusto. (Aunque de buena mañana ha tenido que venir a casa el cerrajero a poner una cerradura nueva, a ver qué remedio)
Porque no he tenido que ir a Urgencias a buscarla, ni me la han desgraciado violentamente, ni le va a quedar trauma alguno en su cuerpo o en su alma de lo ocurrido más que la pequeña sabiduría de otra lección aprendida (y las que le quedan), hoy he decidido que nos vamos a comer por ahí para celebrar que ella está bien y seguimos siendo felices. Y porque por las cosas no se llora.
En fin.
*Al cierre de esta edición la policía municipal había recogido en la Plaza de Zuloaga los objetos robados tirados en un seto. Todo menos las carteras y los móviles, of course.
Confío en que alguien encuentre en una papelera lo que falta y nos lo meta en el buzón…
LaAlquimista