Ayer me di cuenta. Me preguntó una amiga si mi vida había sido tal y como yo hubiera querido que fuese y se me hizo un torbellino en la cabeza. Porque “he hecho de todo”… o casi, espoleada por una continua inquietud y una inmensa curiosidad.
De adolescente practiqué balonmano, aprendí francés, fui guía-scout convencida. A los dieciocho me fascinó el patinaje sobre hielo y fui parte de un equipo de futbol femenino. Me compré un Mini y aprendí a conducir derrapando y haciendo trompos con un amigo/piloto. Seguí adorando la acampada libre y viajé hasta Capadocia en coche en mi primer viaje de novios. Entretanto estudié inglés y alemán aunque eso no quiere decir que los aprendiera bien. Y estudié para acceder a lo laboral. Encontré trabajo, me casé, esas cosas.
Adoré el placer de viajar y descubrir por mi cuenta. Empecé a hacer yoga y lo necesité durante años. Mientras tanto leía compulsivamente y no paraba de poner por escrito “mis cosas”. Nació mi primera hija y fue un punto y aparte. Reflexión. Inflexión. O quizás fuera al revés. Viajes hacia fuera y alguno hacia dentro. Meditación. Descubrimiento. Divorcio.
Descubrí el valor de la poesía y el del silencio. Me volqué en el trabajo hasta que me enamoré de nuevo. Sueños. Campanas. Vestido de novia. Un nuevo proyecto de vida compartido. Nació mi segunda hija. Yoga, Control Mental, intentar ser mejor persona, mejor madre, mejor esposa. Fallece mi padre; ruptura familiar y primera terapia. Crisis de pareja. Divorcio.
Viajes al centro de mí misma dando vueltas por todos los “aeropuertos” del conocimiento. Cursos de Inteligencia Emocional. Filosofía, Psicología, Humanidades. Clases de baile. Cursillo de cocina. Taller de Clown. Meditación en monasterios. Clases de interpretación: monólogos y teatro. Intentos poéticos en Internet. Viajes de conocimiento. Cursos de historia del Arte, visitas a grandes centros artísticos. Ciudades y museos. Amores dolorosos, violencia machista. Segunda terapia. Silencio.
Me compro una moto y me estrello con ella a los tres años. Cinco meses de baja. Reflexiones y vuelta a empezar. Pérdida del puesto de trabajo. Curso de Escritura Creativa, Lecturas compartidas. Voluntariado con personas mayores…
Después, el Camino de Santiago. La experiencia solitaria que puso todo mi mundo interior patas arriba. Uno de los hitos que han marcado mi vida. Los pasos rotos, bruscos, las lágrimas subiendo peñas y bajando entre piedras; el grito de rabia tanto tiempo contenido. Una oración en una iglesia desierta. Y conocer a personas que, como yo, querían hacer “penitencia” por todos los errores pasados…y los por venir.
El blog. Amores imposibles. Síndrome del nido vacío. Gimnasio. Pilates. Senderismo. El bosque y el silencio, de nuevo. Otro curso de Filosofía y Psicoanálisis. Tiempo de inquietudes. Amago de cáncer de piel. Constelaciones familiares. Viaje al Perú con chamanes. Revulsión interna. Tercera y última terapia.
El blog, talleres de lectura, Banco del Tiempo, Círculo de Mujeres, paseo por algunos programas de televisión, innumerables viajes de descubrimiento o placer, maletas echando chispas por países lejanos. Amores que llegan y se van o que son despedidos. La amistad, el eterno tesoro. Mi pequeña nieta, tan lejana, tan etérea. Mis hijas en su mundo que a veces abraza el mío o que choca como meteorito imprevisible.
¿Qué no he hecho en esta vida que desearía haber llevado a cabo? He sido (soy) de esas personas que son como el perejil de todas las salsas (aunque apuntarme a un bombardeo siempre me ha parecido un suicidio); bastaba un silbidito y allí estaba yo, como perrillo meneando la cola, dispuesta y disponible.
Ahora llego a donde me toca estar: un lugar en ningún mapa pero en paz conmigo misma. Esta es mi etapa ahora. El tercer acto de esta obra que es la vida. Con la conciencia (bastante) serena y el ánimo (casi) apaciguado. Sigo escribiendo, leyendo, voy a Pilates e intento aprender a pintar al óleo. La “gastroterapia de los miércoles” y esas personas amigas que “están ahí”, las justas, sujetando mi edificio vital como vigas maestras.
Mi vida ya tiene menos inquietudes y se ha reducido mi curiosidad. Vivo más hacia adentro que hacia fuera y deseo pensar que todavía estoy a tiempo de que no sea ni un drama ni un vodevil. Vaya Currículum para presentarlo a ninguna parte…
Felices los felices.
LaAlquimista
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