*** “La nave de los locos” 1504 (Extracto) Jheronimus van Aken “El Bosco”
Es curioso que con la edad que tengo y la que tienen mis amigos no hayamos sido capaces de ponernos todavía de acuerdo entre lo que es hipocresía y lo que no, enredándonos en aburridas discusiones bizantinas que nos llevan a dejarnos unos a otros por imposibles.
Así que vamos por partes: primero, la definición “oficial” de la Academia de la Lengua y luego ya entramos, si eso, a decir cada cual lo que estime oportuno.
Hipocresía
Del gr. ὑποκρισία hypokrisía.
Enseguida tomará la palabra quien opine que, según las circunstancias, los antónimos de la Hipocresía no son siempre bienvenidos socialmente, refiriéndose a la Sinceridad, la Claridad, la Veracidad y la Honradez. Casi nada.
Con el discurso de que la Sinceridad no siempre es conveniente por los efectos secundarios que puede provocar, la persona “que no se considera hipócrita” dejará la puerta abierta a la famosa “mentira piadosa”, tan bien conocida por todos y que amarga cuando nos la dicen pero salva de un apuro cuando la utilizamos.
Tampoco tiene demasiados amigos la Claridad, excepto cuando se impone en las sobremesas (familiares o no) inundadas de alcohol y no siempre de buenas intenciones, porque eso de “a mí las cosas claras y el chocolate espeso” se dice casi siempre con la boca grande, pero con el cerebro en su mínima expresión. “Bocazas” ha habido siempre y seguro que se arrepienten al día siguiente de haber hablado más de la cuenta. O no, que todo es posible.
La Veracidad es otra prima lejana y “pariente pobre” de la Hipocresía; mal recibida en todas partes, hace flaco favor a las personas que “no tienen filtro” cuando hablan y acaban provocando disgustos, lágrimas y enemistad allá por donde pasan arrasando con su “caballo de Atila de la Verdad”.
La Honradez viene a cerrar las filas del magro ejército con el que tiene que enfrentarse la temible HIPOCRESÍA. Está maltratada e incluso pasada de moda; es valor de otro tiempo, hoy en día ridiculizado porque identifica a los “perdedores”, a los que se han quedado en la orilla (lejana) de la vida social y a quienes nadie invita a su mesa porque acaban poniendo mal ambiente con su pretendida superioridad moral. (Quiero pensar que son preferibles las personas honradas, veraces, claras y sinceras a las personas hipócritas, pero vaya usted a saber.)
Como todo esto no es más que la teoría, para esclarecerlo habría que pasarse a la práctica, a esos ejemplos cotidianos en los que las personas hacemos gala de una Hipocresía vergonzosa sin que se nos caiga la cara de lo que se nos tiene que caer.
Como cuando has tenido un rifirrafe de mil pares con una persona que supuestamente era amiga y ha saltado la relación por los aires, con insultos y malos modos y te han dicho a la cara que no te quieren volver a ver la ídem jamás, y vas y coincides con esa persona en un grupo y se te acerca sonriente, te planta dos besos y te saluda como si nada hubiera ocurrido… ¡Toma ya!
Ni qué decir de los familiares políticos –o de los otros, que de todo hay- que se dicen pestes de manera recíproca, pero que en la reunión familiar rutinaria disimulan, sonríen con sonrisa de víbora a punto de morder y muestran a los demás una supuesta y educada contención cuando todos saben que no se soportan e incluso que se odian.
A estas situaciones contenidas, las mentes bien pensantes no las tildan de Hipocresía, sino de… educación, saber estar y el famoso y horrible “por la paz un avemaría”.
Hipócritas. Cuánto se aprende de ellos…
https://definicion.de/hipocrita/
Felices los felices.
LaAlquimista
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