El refranero español se nutre de la sabiduría popular a partir de la ignorancia individual; es decir, que dice “grandes verdades” que se inventaron unos cuantos y que conforman una herencia que nos empeñamos en validar cada día. Lo de que “a río revuelto, ganancia de pescadores” es ahora mismo uno de los paradigmas más claros y sencillos. En tiempo de dificultad o confusión, las personas oportunistas obtienen su provecho. Y casi siempre suele ser quien poco tiene el que se aprovecha del que menos tiene todavía. Y me explico.

Como los grandes estafadores (los bancos) ya no están por la labor de seguir obteniendo nuevas víctimas para sus sacrificios –vamos, que ya no conceden créditos hipotecarios sin asegurarse antes de que toda una saga familiar enriquecida avale al mártir de turno- son ahora mismo quienes en su día padecieron el suplicio de pagar la usura institucionalizada para comprarse una segunda vivienda los que han tomado el relevo de explotar al buscador de piso. Y como nadie puede comprarse uno, el mercado de alquiler sube como la espuma y ahora cuesta más un alquiler que una hipoteca.

La ley de la oferta y la demanda, otra falacia que hace que el pan lleve camino de costar tanto como los langostinos sin que nos demos cuenta de lo que nos están haciendo. El caso es que, con tanta parejita que quiere buscar su txoko, tanto divorciado que necesita donde meterse, tanta juventud que quiere levantar el vuelo, los propietarios de viviendas en alquiler –la inmensa mayoría, aunque no todos, porque siempre habrá una persona justa que salvará al resto- han descubierto que se puede robar impunemente a sus semejantes con la connivencia de las agencias de alquiler y el visto bueno de la sociedad.

Tal es así que los trasteros –sin permiso de habitabilidad- se convierten en “estudios individuales” con ventanuco a patio y 700€ mensuales; o pisos en edificios de hace casi cien años, viejos, deteriorados y nunca mantenidos, oliendo a pobreza legendaria, se convierten en “bonito piso reformado” a 800€ mensuales gracias a que su avispado propietario ha aprovechado una oferta de Ikea y ha cambiado el tresillo desfondado del salón y la cama de colchón de gomaespuma.

Y se alquilan porque la necesidad es más fuerte que la inteligencia. Pero lo curioso del caso, y a lo que me quiero referir en concreto, es que los pisos buenos, las viviendas dignas y de calidad, bien equipadas y en barrios céntricos de la ciudad, mantienen unos precios en alquiler que son –comparablemente- mucho más aquilatados y justos que esas cochambres que se ofrecen a precio de “loft de lujo”.
Y es que…que roben los ricos a los pobres es algo que ya tenemos atávicamente asumido (o casi); pero que los menos favorecidos se aprovechen indecentemente de los que todavía tienen menos, eso ya me da la medida exacta de a dónde hemos llegado exactamente.

Cuento todo esto compartiendo las angustias de quien anda buscando apartamento en alquiler y se hace cruces ante lo que está viendo con sus propios ojos…

En fin.
http://www.youtube.com/watch?v=mnB2Cqtpd1M

“Una casita pequeñita en Canadá”

LaAlquimista