http://www.youtube.com/watch?v=pDnqkh6Lezc
“Amanecer” Carlos Núñez
(Para leer con música de fondo)
Somos muchos, pero no tantos, y nos vamos reconociendo aunque todavía no nos saludemos. Esos medio locos que estamos en pie un domingo a las siete de la mañana –por placer, por hacerle un corte de mangas al despertador- y que paseamos a lo largo del tramo final del Urumea respirando la marea alta y soportando la baja, para llegar hasta el mar bravo de la Zurriola donde no hay surferos madrugadores y saludar a los gatos del muro de Sagüés hasta el adoquín final, allá donde dicen habrá una pasarela que desafiará la mar y sus embestidas. Y entonces, cansados ya de los kilómetros, dar media vuelta a paso ligero todavía, buscar el amparo del bar/hospedería donde tomar un café y seguir, con el vivificador sabor en el paladar, por el Kursaal hacia el Paseo Nuevo dejando a la espalda el rosicler del amanecer.
Encarar la circunferencia del monte Urgull con el frescor marino golpeando la cara y desvelar las brumas que remolonean sobre la rada de la bahía; y bajar hasta el muelle del puerto abriendo mucho los ojos para que la luz de tanta hermosura nos impregne de lo que hemos ido a buscar, quizás algo parecido a la paz…
Los que trabajan limpiando los restos de la mala educación noctámbula puede que no estén receptivos a la poesía del entorno, pero tampoco se lo pregunto; quedaría pretencioso e incluso fuera de tono. Así que sigo caminando en silencio acariciando la barandilla y bajo a la playa por la primera rampa; me libero del calzado y dejo que la vida que bulle bajo la arena me contagie su canción, refresco mis pies ya algo cansados en el agua fría de la mañana y miro al horizonte con el pensamiento detenido, simplemente dejando que la brisa me cante al oído su canción de bienvenida. (Estos paseos tienen dos tipos de caminantes: los que van con pinganillo y los que no. Entiéndase bien la diferencia…)
Caminar por la arena de buena mañana tiene su bucolismo pero no es nada práctico, así que retomo el paseo y sus adoquines cuando empiezo ya a cruzarme con los otros paseantes mañaneros. Emboco la dirección de vuelta a casa, pues todavía tengo que ofrecer a Elur su paseo matutino que no es como el mío, rápido, vigorizante y sin detenerme en todos los alcorques. Al filo de las nueve y media de la mañana nos dirigimos al parque cercano a mi casa donde observo un ajetreo inusual para la fecha y la hora…aunque… espera, camisetas de la Real, bares que sólo abren para el “marianito” ya tienen las terrazas puestas y los bancos en los que los adolescentes comen pipas por la tarde están ocupados por cuadrillas de jóvenes… ¡bebiendo!.
Ya está, ya me he convertido en una vieja tocapelotas y metomentodo, pero no puedo evitar acercarme al grupo que me coge más cerca y preguntar, sonrisa y voz melodiosa por delante:
– “Hola chicos, ¿puedo haceros una pregunta? ¿Estáis de empalmada o desayunáis cerveza? ¿De verdad que os entra a estas horas?
Son cuatro entre 15 y diecisiete años, menores seguro. Cada uno de ellos bebe a morro y con fruición de una botella de litro de cerveza bien fresca que han comprado en la tienda de chuches de la esquina que también hace su negocio bajo manga. Risas y cachondeo, el líder del grupo me dice: “La culpa la tienen los que han puesto el Derbi a las 12 del mediodía, que nos obliga a madrugar para ir al partido en condiciones…” (Más risas) Otrosí: “Un poco revuelto ya tengo el estómago con el colacao que me ha dado mi madre…”
Pues nada, que gane el mejor -como siempre el Athleti- y a disfrutar de la vida que son dos días. Después de comer el parque se asemeja al escenario de una batalla, papeleras rebosadas y césped lleno de desperdicios, mientras que los motoristas de la Policía Municipal han gastado dos blocs de multas por barba sancionando a todos los vehículos que han invadido –con sus hordas correspondientes- las aceras y pasos de cebra del barrio.
En fin.
Foto: tomada de Internet
LaAlquimista