Nos hemos pasado el verano a la bartola con la excusa del buen tiempo –cuando lo ha hecho-, las vacaciones reglamentarias, y el lícito derecho de practicar el dolce far niente. Por no hacer, algunos ni han leído medio libro y otras hemos dejado que la ilusión pasara por nuestra puerta sin molestarnos en abrir porque estábamos en otro sitio. Total, que hay que ponerse las pilas o nos va a pillar la txistorra de Santo Tomás sin haber avanzado un ápice en nuestro desarrollo humano (o casi). Personalmente voy a darme caña este mismo fin de semana y voy a hacer eso que tengo pendiente desde hace casi dos meses y a lo que me resisto …
Llueve y va a llover todavía más. El bosquecillo que suelo visitar se volverá un poco impracticable y los adoquines mojados y resbaladizos por las hojas de otoño se llenarán de gente que va corriendo a los sitios solo por el afán de llegar y abandonar la calle. Algunos, los de la santa cofradía del salmón, nos frotaremos las manos imaginando el marco incomparable desierto, bello hasta desfallecer y melancólico hasta el agua salada que vive en los lacrimales.
No tengo ningún “plan” ni para el sábado ni para el domingo; nadie ha llamado a mi puerta para decirme me apetece estar contigo, qué ganas de verte o, simplemente, yo también estoy solo ¿compartimos la bendita soledad?, así que –porque soy previsora y me balanceo como un junco cuando arrecia el viento- dispongo mi ánimo desde ya mismo, que son las ocho de la mañana del sábado, para aprovechar este tiempo aparentemente vacío que se presenta ante mí.
Ayer empecé el proceso de mudar la piel ahogando en agua caliente las penas residuales; hoy voy a sacar de mis armarios un sueño para pasar el invierno (y ya hablaremos en primavera). Lo que pasa es que soy de las que no sabe dónde pone las cosas y… mejor lo saco todo de golpe y seguro que entonces lo encuentro, (el sueño) escondido entre los pliegues del camisón de seda que hace tanto que no uso o mezclado con las cartas de amor de papel sin cinta rosa o quizás esté en el cajón donde guardo celosamente pequeñas tonterías que me recuerdan instantes felices.
Sé que me quedan aún unos cuantos del gran bagaje que tuve algún día; desperdigados por mi interior vagan algunos desorientados, haciéndome cosquillas al amanecer, reclamando en silencio y con ojos tristes –como mi perro Elur de buena mañana- un poco de atención, un poco de deseo para volverles a insuflar la vida. Sueños y deseos, anhelos y retos, los restos de todos los naufragios pulidos y oliendo a la lavanda interior… este fin de semana toca hacer los deberes y voy a ponerlos a todos en fila para tener una pequeña y amigable charla. Lo necesito. Y creo que vosotros también. (Los sueños, digo)
En fin.
(Pequeño espacio en blanco para la reflexión íntima compartida; pantalla libre para el soliloquio que sale de las entrañas; para quien quiera)
http://www.youtube.com/watch?v=Ayo5XxyFjXI&feature=related
“La gata bajo la lluvia” Pasión Vega
LaAlquimista