No debería estrenar mis días leyendo la prensa, lo sé; es como entrar a una exposición de Klimt e ir directamente a los servicios, un despropósito. Porque una acaba un poco harta de verle la cara al “petit Nicolas” haciendo la pelota a su amiga Angela, con el sátiro italiano en la sombra y “los de aquí” soltando “boutades” sin rubor alguno. Así que, a partir de ya mismo, cada día, a la hora de despertarme, voy a estirar los brazos, las piernas, ensanchar el alma y dedicar unos instantes a inventar un motivo para ser un poco más feliz.
Si llueve, puede que sea dar un paseo pisando charcos; si hace sol, quizás ir a recoger hojas rojas para decorar mi otoño particular. O sentarme a tomar un café mañanero con el perro a mis pies disfrutando de no estar en paro ni tener que ir a trabajar. Repasar viejas cartas de amor para cuando tenga que volver a escribir otra. O dedicar parte del día a esa persona que está atravesando una mala racha y escucharle aunque pese. También puede ayudar ser turista por unas horas y fotografiar el entorno con otros ojos o comprar verduritas para el festín del mediodía. Reinventarse. Sorprenderse. También vivir…
Ayer se lo conté al camarero que nos atendió al grupo “tea-party bloguero”. A su pregunta de si celebrábamos un cumpleaños, le dije que no, que era una cita a ciegas y, ante su cara de estupefacción al ver a tanta gente, le conté la verdad. Y me dio dos besos –él también- y añadió que cualquier motivo es bueno para ser un poco más feliz y, en ese momento, le nombré filósofo mayor del reino inventado que todos necesitamos visitar un par de horas al día.
El resto sigue estando ahí, en las portadas de los periódicos. El dolor y la turbación, la vergüenza y la maldad, todas las miserias de las que es capaz el ser humano relatadas con luz y taquígrafos y refrendadas por nosotros, que les hemos dado el poder de representarnos y de cometer injusticias con nuestro voto. Porque la bondad de las personas, la esperanza de un mundo mejor, el trabajo generoso y el amor a los demás, eso ni es noticia, ni vende, ni interesa.
Por eso hay que inventarse pequeños motivos para ser feliz. Es una barata y sana costumbre… cada vez más extendida.
En fin.
(Gracias a las chicas y los chicos que estuvisteis ayer y me hicisteis un poco más feliz)
LaAlquimista
Foto: Cosecha propia