Santa Teresa de Jesús y Sor Juana Inés de la Cruz, en distinto siglo, pero con igual intención, llamaban así a la imaginación: “La loca de la casa”.* Esa fuerza de la naturaleza humana que contraviene las normas y se sumerge en ensueños que hacen vivir otras vidas y visitar otros mundos. La genial Rosa Montero le dio “otra forma” en su novela homónima de 2003 que recomiendo vivamente.
Cuando niña, tener una imaginación fuera de lo común era tratado como una anécdota más para contar a las visitas, aunque de puertas para adentro supusiera más de una regañina y alguna cachetada por estar en las nubes queriendo jugar a ser quien no era o quien no se debía ser.
Pero los años pasan y la imaginación, bien alimentada, evoluciona, crece, se viste con los ropajes de sutiles o bastas experiencias y se desborda por sobre los límites aburridos de la vida cotidiana, se niega, como el campo, a que le pongan puertas y se acuesta cada noche en nuestra cama sin pedir permiso y empujando para tener más sitio. Afortunadamente.
Atrás quedaron las ensoñaciones que metamorfoseaban a la niña traviesa en misionera abnegada, a la adolescente granujienta en salvadora de algún pequeño mundo extraviado, a la mujer alineada –que no alienada- en icono de una vanguardia por inventar; atrás quedó la imaginación cansada en reinventarse cada mañana para volver a morir con la noche.
Y ahora, cuando el tramo que conforma el pasado abarca una superficie exageradamente inmensa vista desde la silla de la cocina y pensar en el mañana supone un esfuerzo, me pregunto si no hubiera sido mejor dejarme enredar mientras pude en los brazos de la loca de la casa.
Quizás ahora estaría bailando bajo los copos de nieve que adornan el invierno y sonriendo feliz, extendiendo los brazos en el suelo y haciendo el ángel, dejando mis huellas blancas junto a otras huellas en el suelo de la noche y bebiéndonos el aliento helado el uno al otro, hermoso preludio de las horas siguientes que calentarán en la noche fría de invierno que se regala, como un don mágico, tan sólo para aquellos que tengan la imaginación suficiente.
Recordar que alguna vez se ha imaginado una historia… ¿es cuerdo o tontería?
Imaginar que todavía puede ocurrir la historia inventada… ¿es ilusorio o necesario?
¿No dicen acaso que la realidad supera siempre a la ficción?
Pues eso.
*** Benito Pérez Galdós “La Loca de la casa” (1892) Comedia de “La razón de la sinrazón”. Hasta película hicieron.
*** Rosa Montero (2003) “La loca de la casa” En mi opinión su mejor libro hasta el año de su publicación.
http://www.uprm.edu/news/articles/as0072004.html
LaAlquimista
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