A veces las cosas dejan de cumplir la función para la que fueron creadas y hay que tener cuidado de no desperdiciar las energías cuando ya no tienen sentido.
Esta frase contundente y desprovista de esperanza llevo repitiéndomela toda la vida y -lo que es “mejor”- llevándola a la práctica cada vez que la realidad me estalla en la cara misma.
Como soy una mujer emprendedora no han sido pocos los “retos” o “cacaos” en los que me he metido ya que tengo un “gusanillo” por ahí dentro que me incita a hacer cosas nuevas (nuevas para mí, porque ya todo está inventado, obviamente). Y cuando me asalta esa ilusión por un nuevo proyecto me lanzo de cabeza a la piscina, me ilusiono con esa fuerza que todos llevamos dentro y que tan sólo hay que sacar en el momento oportuno.
Son pequeñas cosas de andar por casa, sobre todo me ha gustado siempre unir a la gente afín, coordinar o gestionar sueños y deseos, experimentar esa “alquimia emocional” en la que creo firmemente y que tan buenos resultados me ha dado casi siempre en lo personal.
Así que “hago cosas”. Y luego, las “suelto”. Menudo desastre y menuda contradicción lo mío…
Pero es que hay que “saber abandonar” en el momento justo, cuando ya se ve que algo no funciona y no va a funcionar más aunque haya sido positivo durante un tiempo, incluso años.
Como ejemplo más sencillo y elemental pondré el mío personal del matrimonio, esa unión, sociedad o proyecto en común que inician dos personas sin más capital muchas veces que el amor o la ilusión. A veces las cosas dejan de cumplir la función para la que fueron creadas (estabilidad social, reproducción, mantenimiento del consumo) y hay que tener cuidado en no desperdiciar las energías cuando ya no tienen sentido. Para eso está el divorcio.
Hace nueve años me inventé el “Club A partir de los 50” con gente amiga de este blog que ha generado cientos de fotos grupales sonrientes, divertidas, participando en eventos diversos en los que la camaradería y el compañerismo fueron enseña primordial. Hoy en día no estoy en contacto ni por whatsap. El grupo como tal consumió su propia energía y se concentró en relaciones de tú a tú, algunas íntimas, otras esporádicas. Fue bonito mientras duró.
“Amigas que crecen juntas” fue otro grupo que empezó a tomar forma entre unas cuantas mujeres comprometidas con el crecimiento personal. Se le llamó medio en bromas “La gastroterapia de los miércoles” y sigue funcionando después de varios años…pero desde hace unos meses sin mi concurso por diferencias irreconciliables con una de sus participantes. Ahí también dejé de desperdiciar mi energía porque comprendí que “ya no tenía sentido”. Ahora me reúno en petit comité con quien todavía me une la fuerza de la amistad.
Luego vino el “Círculo de Mujeres”, un proyecto que empecé con muchísima fuerza y en el que me involucré en alma y cuerpo (y no es una exageración en absoluto). Juntamos una docena de mujeres nuestra energía vital, nuestra energía femenina y la sororidad creando un espacio protegido, inviolable, en mi propia casa, de crecimiento personal y colectivo. El “Círculo” como tal sigue funcionando, “rueda” feliz aunque lejos de mi persona, y eso me consuela y me conforta del hecho de haberme visto impelida a abandonarlo como grupo. A fin de cuentas uno de sus principios básicos era la libertad de pertenecer a él o no…si alguna no se sentía “realizada” en su seno. Fue muy bonito mientras duró.
Y es que…hay que saber abandonar a su debido tiempo el terreno de juego. O el ring. O retirarse discretamente a los propios aposentos cuando se siente que las cosas “ya no funcionan”. Esto se aplica a cualquier terreno, es polivalente esta filosofía.
A veces un negocio emprendido con fuerza e ilusión demuestra enseguida que no va a ser rentable; seguir con el proyecto puede llevar a la ruina y a la desesperación.
Lo mismo con las relaciones humanas. Hay que saber abandonar, insisto. Desapegarse. Dejar ir. Volar.
Y cuando se abandona una historia… ¡qué bonito ilusionarse en una nueva! Hay que ser capaces de dejar lo que ya no nos hace felices y regresar a la casilla de salida con fuerzas renovadas. Se puede; vaya que sí se puede.
Felices los felices.
LaAlquimista
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