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Cecilia Casado

A partir de los 50

Miedo a la muerte

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En estas últimas semanas han fallecido tres personas de mi entorno. La única tía que me quedaba viva (91), la amiga que me alquilaba “la casita de chocolate” en Las Landas (70) y el marido de una amiga del instituto (68). Tres decesos llorados comme il le faut por sus familiares y allegados por haber sido personas que supieron hacerse querer.

Esa es mi pregunta. ¿Qué ocurre cuando muere una persona que no se ha hecho querer ni por su familia ni por sus allegados? ¿Es la muerte el alivio para los que se quedan?

Grandes pensadores, escritores, filósofos y hasta cineastas neuróticos dan vueltas y vueltas alrededor del frío negro que precede a la Parca que siempre cumple su promesa de venir a buscarnos. Algunas personas le tienen miedo, mucho miedo, y quizás sea porque creen en ese “premio o castigo según tus obras” que todas las religiones preconizan.  Otras, se resisten, porque les gusta la vida y no quieren abandonar este bonito jardín de juegos que está justo enfrente de cualquier campo de batalla que también puede ser mortal.

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La mayoría –generalizo porque no me queda más remedio- dicen tener miedo al “sufrimiento”, a la decrepitud del cuerpo y no a la muerte en sí, como si todos estos ingredientes no formaran parte del guiso final. ¿Se muere sin sufrir porque uno eche una cabezada después de comer y ya no despierte más? Curiosamente, no hay muchos testimonios al respecto; más bien nos quedamos en elucubraciones porque los que dicen haber ido y vuelto viendo luces al final del túnel nos cuentan una película que muy pocos estamos dispuestos a dar por cierta, más bien la colocamos bajo el rótulo de “ciencia ficción”.

Tanto da, realmente, tanto da. Porque la muerte es la única realidad de la vida y la que más nos cuesta aceptar con naturalidad, haciendo requiebros a la poca o mucha inteligencia que nos ha tocado en el sorteo de cerebros y pensando que “el día de mañana” siempre va a estar ahí. Con los noventa casi cumplidos hoy en día la sociedad empuja al anciano a sentirse feliz y capaz de hacer lo que sea. Como el señor ese, padre de un viajero empedernido, que ha decidido comenzar sus viajes trasatlánticos a los ochenta y pico y está tan feliz dando vueltas por el mapamundi; como si no hubiera un mañana…

a-partir-de-los-50Queremos morir con dignidad y con el menor sufrimiento posible. Firmaríamos por meternos a la cama con el vaso de leche y el Orfidal y no despertar más. Es decir, queremos morir sin conciencia de la muerte.

¿No querrá eso decir que también estamos viviendo sin conciencia de la vida?

Como decía el poeta: “La vida no compensa de la muerte/ si no es porque el amor le dio sentido al tiempo”. (Luis García Montero)

¡Qué manera tan simple de ayudarnos a cambiar de filosofía!

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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