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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cabezonerías

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Nunca he entendido a la gente cabezona, ésa a la que se le mete entre ceja y ceja una idea sin pies ni cabeza por la que está dispuesta a jugárselo casi todo. No hablo de quienes persiguen un objetivo y harán lo imposible por conseguirlo, que esos son los tenaces. Hablo de los que quieren sacar un tornillo de su sitio y como no pueden acaban rompiendo a martillazos dos metros cuadrados de todo lo que encuentran cerca.

Conocemos a algunos, quién se libra, si están por doquier.  Yo los miro con suspicacia –qué remedio me queda- temiendo que en cualquier momento me la metan doblada haciéndome creer que me están haciendo un favor. Es decir, en el caso de que deposites tu confianza en su cerrilidad cuando todavía no te has dado cuenta de que son eso: cerriles.

Anécdotas tengo por arrobas, pero no puedo contar aquí ni cuarto y mitad porque hacen referencia a personas de mi entorno y debo un respeto por aquello de que los cotilleos envilecen más a quien los cotorrea que a quien los protagoniza. Amen de que podría ganarme el odio eterno de ciertas personas.

cabezoneria-2Así que no vamos a reírnos del que se empeñó en meter todo el equipaje a presión en el maletero del coche y luego tuvo que hacer reventar la cerradura porque había atravesado las varillas de la sombrilla y aquello no se abría ni a tiros. Tampoco nos saldrá la sonrisa por quien quiso aprovechar unos días de vacaciones en Canarias a pesar de que las previsiones meteorológicas avisaban de que venía una borrasca por el Atlántico. Dijo “va a hacer bueno” con tanta seguridad en sí mismo que arrastró a su pareja a la cabezonada vacacional. Cuatro días de hotel y centro comercial dejaron los sentimientos a nivel del subsuelo emocional: a uno por cabezota y a la otra por dejarse llevar y no pensar.

Yo también he sido cabezota intermitentemente. Fue durante mi juventud –que parecería lo lógico, pero no necesariamente puesto que conozco “borricotes” de más de cincuenta años y esos son los peores porque ya no tienen arreglo. Pero a lo que iba. La cabezonada que me dio a los veintidós con casarme con mi novio de seis meses de antigüedad para demostrar a mis padres lo “madura” que era. Me puse farruca y aquello acabó como el rosario de la aurora. Menos mal que me quedó para siempre el regalo de una hija que alivió (y corrigió) mi cerrilidad, por lo menos en temas del amor… como quise creer para tranquilidad de mi ánimo, pero que no fue cierto porque he continuado toda mi vida insistiendo en enmendar “ese” error.

La “cabezonada” del enamoramiento. Esa que te lleva a ilusionarte con la persona inadecuada (y lo sabes tú y lo saben todos alrededor), pero tú erre que erre, que si tiene buen corazón, que si me trata como una reina –o un rey-, que si me da mucho cariño y me comprende… y luego resulta que, efectivamente, todas esas virtudes existían apuntalándose en una serie de defectos que proporcionaban el contrapeso perfecto.

a-partir-de-los-50A estas alturas de la película como que ya no insisto en nada. O en casi nada. El otro día se salió la tapa del váter de su sitio y no hay cosa más incómoda que sentir que nos falta seguridad bajo las posaderas, que es como que se tambalee todo tu mundo (esto es una analogía…que no viene de anal, curiosamente). Bueno, pues dale que dale y no conseguía meter los anclajes en su sitio, sencillamente porque no tengo fuerza suficiente en mis manos (nunca la he tenido, soy de mano “débil”, las bofetadas no se me dan bien). Cuando estaba a punto de coger el martillo para darle caña me di cuenta de que me estaba “emborricando” de nuevo. Ahí lo dejé, bailando e inestable, pero no roto e inservible.

Es como en la vida en realidad, que a veces es mejor “no meneallo” que acabar fastidiándolo todo. Siempre aparece alguien que tiene “mejor mano” que tú y te arregla las cosas. Es cuestión de esperanza.

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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