Creo que a todos nos han enseñado que, “si algo funciona,
no lo muevas”. Evidentemente es esto una de tantas falacias –mentiras
que parecen verdades- que nos conviene dar por buenas para no tener que
tomarnos la molestia de mejorar y cambiar. Si no nos viéramos en la obligación
de movernos seguiríamos usando la txalaparta en vez del teléfono… Y si esto
está bien claro en el ámbito de la tecnología, no lo está tanto a nivel
personal, cuando algo nos toca bien de cerca.
Ayer mismo, con esto de los cambios en los Blogs de DV. anduvimos
todos revolucionados, medio enfadados y con la paciencia perdida. Decía
alguien: ”¿pero para qué hay que cambiar?” pues para qué va a ser: PARA
MEJORAR. Lo que ocurre es que, al principio, cuesta aprender a aceptar el
cambio, hace falta una buena disposición a soportar las molestias que supone en
aras del futuro bienestar.
Ayer mismo, con esto de los cambios en la vida personal,
muchas personas siguen aferrándose a lo que tienen, aun sabiendo que está
obsoleto y que podría sustituirse por algo mucho mejor, demostrando una gran
resistencia al cambio. Piensan: “mejor ni lo muevo no vaya a ser
que…” y ahí se sigue, en situaciones que se sostienen con pinzas y en las
que se invierte –por mantenerlas- casi más energía de la que se emplearía en
cambiarlas.
Si el techo tiene goteras, es de cajón arreglarlo lo antes
posible y a nadie se le ocurre poner cubos debajo para recoger el agua y
agradecemos tener los medios (dinero) suficientes para solucionar el problema.
Si nos sale un tumor vamos corriendo al médico y por curarnos somos capaces de
recorrer kilómetros y de gastar lo impensable; no se nos ocurre quedarnos en
casa, sin movernos, pensando: “ya se pasará”.
¿Por qué pues, en nuestra vida personal, en nuestras
relaciones que no funcionan, nos quedamos mirando al infinito y no hacemos lo
que sabemos que tenemos que hacer para solucionar el problema?
Quizás lo que más cueste sea tomar la decisión, lo reconozco
porque me ha pasado en mis propias carnes. Pero una vez tomada… ¡a por todas¡
Porque después del cambio está la mejora, la tranquilidad, el beneficio…incluso
algo parecido a la paz y a la felicidad.
Primero decimos que NO SABEMOS cómo hacerlo. Después que NO
PODEMOS acometerlo. Y rematamos con el que NO QUEREMOS llevarlo a cabo. Y entre
no saber, no poder y no querer…así nos luce el pelo.
Bueno, pues los de DV, saben, pueden y quieren. A ver si
cunde el ejemplo y nos aplicamos el cuento… aunque luego todo cueste un poco
más de lo que pensábamos y tarde en ponerse en marcha también algo más de lo
deseado.
En fin.
LaAlquimista