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Cecilia Casado

A partir de los 50

Vestuario mixto

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Hace una semana que he comenzado las sesiones de rehabilitación para intentar mitigar una tendinitis del supraespinoso (hombro) que me trae por la calle de la amargura desde hace un tiempo.

Acudo a una clínica privada cuyo personal e instalaciones me parecen de calidad a pesar de la poca experiencia que tengo en el uso de estas herramientas correctoras de las “goteras de la edad”.

Según tengan que “parchearte” de cintura para arriba o de cintura para abajo el uniforme será camiseta sin mangas o pantalón corto de forma que quede a la vista lo averiado. Para ello se accede al vestuario que cuenta con habitáculos diferenciados para mujeres y hombres y después de cambiarte se guarda la ropa en una taquilla con llave para evitar disgustos.

vestuario-mixtoEl primer día que fui creí que me había equivocado de puerta porque al entrar en el vestuario me encontré a un señor como de sesenta años en calzoncillos, silbando mientras se cambiaba, justo debajo del letrero en el que se indicaba claramente: “SE RUEGA UTILIZAR LAS CABINAS INDIVIDUALES PARA CAMBIARSE DE ROPA”.

Bueno, pensé, un despiste lo tiene cualquiera, y haciendo de tripas corazón pasé junto a él y su “abanderado” y me metí en la cabina con el simbolito de una mujer con faldas (deduje que era el de “señoras”) para proceder a quitarme un par de capas de ropa.

Con la media sonrisa del incidente me fui a lo mío que no era otra cosa que masaje, estiramientos, ejercicios y calor durante una hora corta que me dejaron el cuerpo como si me hubiera atropellado un patinete eléctrico.

Pero al desandar lo andado y querer (re)vestirme para volver a la calle, al entrar en el vestuario, me doy de bruces con un chico mayorcito (unos 40) que estaba con el torso desnudo buscando en su bolsa una camiseta deportiva. –“¡Vaya, pensé, esto tiene su miga y aquí me lo voy a pasar pipa!”. Pero como fui a las monjas y algo queda fui derecha a la cabina –mirando las baldosas del suelo- para no enseñarle al muchachote mi lencería fina.

El tema se hubiera quedado en nada y no hubiera dado para un post si no fuera porque TODOS LOS DÍAS me encuentro con la misma (surrealista) situación. Hombres todos ellos haciendo caso omiso de los carteles que piden discreción y con una ausencia de pudor encomiable, sobre todo en los abueletes de turno.

Comentada la jugada con las responsables del departamento me comunican que es “causa perdida”, que “no hay manera” de que comprendan y obedezcan las normas. Que te miran con una cara como diciendo: “¿qué pasa, no puede quedarse uno en gayumbos en un vestuario común?” y al final acabas por desviar la mirada como si tú fueras culpable… de lo que sea.

Así que decido hacer lo mismo y no dármelas de estrecha y esta mañana he lucido mi brassiere de encaje a juego con el tanga –color calabaza que mola un montón- en el espacio común en vez de usar las cabinas privadas.

vestuario-mixto-4Ha entrado una señora –una señora como de mi edad- y me ha reconvenido amigablemente: “Oye, guapa, que para eso están las cabinas”; detrás ha entrado el señor de los calzones blancos de todos los días y me ha mirado (o admirado, ya no me acuerdo bien) pero sin decir ni mú. A ése la señora admonitora no le ha llamado la atención, qué cosas.

Yo a lo mío como el resto del personal no vaya a ser que si monto un pollo me llamen feminista radical o alguna lindeza de esas que nos lanzan a la cara a las mujeres cuando exigimos el respeto mínimo que todo ser humano se merece en un espacio público o privado.

¡Cuántas veces habré encontrado a un “señor” orinando en la calle contra una pared o el tronco de un árbol dando la espalda ignominiosamente a los transeúntes! ¡Cuántas! En porcentaje de 1.000 a uno de las veces que me he encontrado a una mujer haciendo lo mismo en plena calle, agachada en algún lado por no poder contener su necesidad…

Y no digo más que luego me sacan cantares.

Mañana el conjunto color champagne que se mimetiza con mi piel color durazno de primavera.

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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