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Cecilia Casado

A partir de los 50

La “envidia sana” es mentira

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Fíjate si será cicatero nuestro uso del idioma que no hay en curso una palabra para designar el hecho de alegrarse del bienestar ajeno; lo más parecido, aunque poco utilizado, es la palabra ‘emulación’. Así cuando alguien se va de viaje a un paraíso de esos de postal al que siempre hemos soñado ir o tiene un golpe inesperado de buena suerte, le decimos que tenemos ‘envidia sana’ y eso no es posible. La envidia es verde, bien verde, siempre lo ha sido. E insana.

Amando de Miguel lo explicó muy bien hace años y creo que es bueno recordarlo en sus diversas facetas. Decía que la envidia tenía dos posibilidades:  1) alegrarse del mal ajeno, 2) entristecerse del bien ajeno o ignorarlo completamente. El señor de Miguel se refería al mundo literario –que no es poco decir-, pero supongo que es extensible a cualquier otro ámbito.

envidia¿Por qué no hemos podido encontrar una forma generosa, humana y amigable de expresarle al otro que nos alegramos de su bienestar? Podríamos decir, obviamente, ‘me congratulo de que te haya tocado la lotería’ y en vez de eso decimos: ‘tengo envidia sana’. Paparruchas. La envidia no puede ser sana de la misma manera que la guerra no puede ser humanitaria –ahora que caigo, me parece que ya he escuchado yo esta barbaridad en boca de algún líder del mundo-mundial-. Pero a lo que iba.

Eso de la ‘envidia sana’ es muy peligroso porque se acaba considerando cotidiano y ético sentirla, vamos que se empieza envidiando al vecino y se acaba denunciándolo cuando queremos quitarle lo que él tiene.

El caso es que nadie me dijo nunca que me tuviera envidia, ni lo percibí, ni padecí hasta hace pocos años, quiero decir, ya de mayor.

a-partir-de-los-50Siempre en las mismas situaciones y similares circunstancias, después de haberte dejado los hígados en un proyecto de vida, cuando tienes las manos y el alma medio rotas de tanto desenredar la maraña de la existencia, cuando por fin parece que la próxima primavera saldrán las flores y el próximo verano recogerás los frutos, te encuentras a alguien que te observa con ojos fríos, mira hacia otro lado y no te dice nada. Ni siquiera que te tiene ‘envidia sana’.

¿Qué es lo contrario de la envidia? ¿Acaso el altruismo o la generosidad? ¿La empatía, quizás? Es difícil hallar un concepto sencillo que abarque y exprese tan gran sentimiento como es alegrarse por el bienestar ajeno.

A mí me gusta “admirar” a las personas. Admirarlas porque son capaces de conseguir sus logros o superar sus limitaciones. Admirar a quien es capaz de triunfar de alguna manera, de superarse, de hacer algo por el prójimo sin esperar demasiado a cambio. Mi admiración va hacia los que luchan por un bien común o por ayudar a los desfavorecidos. Admiro a quienes practican la justicia en vez de la caridad y a quienes levantan la voz donde otros estamos callados por miedo.

 a-partir-de-los-50-2Y les puedo incluso envidiar porque yo no soy capaz de ser como ellos…o como me gustaría ser y no me atrevo. Pero no es una “envidia sana” sino el autoconvencimiento de la propia incapacidad…

  “Si hubiera un solo hombre inmortal, sería asesinado por los envidiosos” (Chumy Chúmez)

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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