Se me ha enfadado la familia.
Resulta que como escribí un par de artículos hablando de los batiburrillos que se organizan durante las fiestas de Navidad y no
aclaré que no me refería específicamente a mi augusta parentela, pues alguna susceptibilidad ha caído como regalo de Reyes.
Y no digo que no tengan razón, porque cuando uno escribe no puede estar a cada paso abriendo paréntesis para dejar claro que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, porque precisamente de la realidad se nutren mis reflexiones, en la realidad se cuecen mis vivencias.
Pero MI realidad no es únicamente la más cercana, la más íntima. Mi realidad está conformada también por las relaciones colaterales, lo que veo y me cuentan los colegas del trabajo, las experiencias, anécdotas, dimes y diretes de mis amigos, lo que leo en la prensa, lo que veo en la televisión. El último libro leído y la última película visionada pueden aportar la idea para unos cuantos párrafos.
Y luego está, obviamente, lo que me INVENTO.
Incluso cuando escribo en primera persona –como ahora- mi mente baraja datos aleatorios, impresiones recibidas, no únicamente los pensamientos que me son propios e intransferibles. No somos seres aislados, con emociones individuales y sentimientos personalizados. Vivimos en un mundo colectivo, donde todo nos afecta. Todo lo que conocemos nos afecta de alguna manera.
Así pues, no puedo enfadarme cuando alguien diga que “ las mujeres conducen fatal” –porque yo conduzco de coña-, o “a las mujeres no hay quien os entienda” –porque a mí se me entiende muy clarito- y así podría poner ejemplos ad nauseam. Ni qué decir tiene que el mundo de los tópicos se extiende también al sexo masculino. Y a las nacionalidades, a las culturas, al color de la piel o a la profesión ejercida.
O sea, que quede constancia de que en mi familia no hay cuñados plastas, ni sobrinos tocapelotas, ni suegras bigotudas, ni nietos de Barrabás. Que somos una familia normal y corriente. Como todas.
En fin.
LaAlquimista
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Foto C.Casado. Campo de batalla (1)