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Cecilia Casado

A partir de los 50

La procesión va por dentro y el orgullo por fuera

Música para escuchar con la lectura:

\”With a Little Help From My Friends\” Joe Cocker


Aquí todo el mundo aguanta el tipo como puede. Da igual que la situación personal esté al nivel de los
moluscos univalvos, hay que disimular porque está mal visto pedir ayuda.

¿Qué estoy diciendo? Pues ni más ni menos que nos estamos convirtiendo en una
sociedad autista en la que escondemos nuestros sentimientos y contenemos
nuestras emociones porque no es de recibo llorar en el hombro de los demás y,
sobre todo, porque como los demás no nos cuentan sus penas…¿cómo vamos nosotros
a contarles las nuestras?

Supongamos –es un suponer- que a una persona no le llega el dinero para vivir porque se han visto
recortados sus ingresos (y no así sus gastos fijos). ¿Va a decirle a su familia
que no tiene ni para el bonobús? No. Simplemente irá andando a todos los
sitios. ¿Va a pedir cien euros a sus amigos para pagar la cuenta de la luz? No.
Simplemente dirá que no se encuentra bien y no puede salir al pintxo-pote de
los jueves. La procesión va por dentro y el orgullo por fuera.

Así pues estamos acostumbrados a pasar por la vida de los demás como untados con vaselina,
deslizándonos sin rozar su equilibrio y disimulando nuestra pena u ocultando el
problema que nos atenaza las tripas. Y no es porque eso sea lo deseado, qué va,
pero cuando se lanzan bengalas de auxilio, cuando se deja caer –como quien no
quiere la cosa- un “llevo una temporada que no me encuentro bien”, y a la
pregunta de qué te duele, la respuesta es “el alma”, entonces se mira hacia
otro lado, no se sabe qué decir o como mucho un “venga, mujer, ya se pasará, el
tiempo todo lo cura”.

Mi problema es que yo no soy de callar, sino de contar y pedir. Contar cuando me siento mal y pedir ayuda.
Pero no todo es tan fácil como decir “me prestas dos mil euros”, ese problema
se soluciona sin poner emoción ni sentimiento apenas; lo difícil es ofrecer
compañía al que está solo, calor al que tiene frío, unas risas al que está
triste.

Al final vamos todos dentro de nuestra burbuja, aislados de los demás, como los monos de Gibraltar, no
queriendo ver, ni escuchar y mucho menos, hablar.

Tengo mi queja bien guardada aquí en la mano para arrojármela a la propia cara antes de dejar que se
desparrame por donde no debe. Debo ser prudente siempre aunque a veces me
cueste lo indecible.

Así que tan sólo voy a compartir que, cuando le escuchemos a una amiga que nos habla con tono triste, sin
fuerzas, y nos dice que “se encuentra mal”, le ofrezcamos un poco de compañía
porque eso es lo que nos está pidiendo. Y cuando la pareja esté llena de
murria, mirando con ojos de cordero degollado, le hagamos unos cariños extras,
porque eso es lo que está necesitando. Y si encima lo pide con palabras… no nos
queda más remedio que enfrentarnos a la realidad: o queremos a esa persona o
nos importa un comino. Porque no se puede arreglar con palabras lo que se ha
estropeado con omisiones…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien me quiere contactar:

laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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