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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Qué significa hacerse adulto?

Recuerdo las ansias nada disimuladas que tuve a los
dieciséis para aparentar dieciocho y poder entrar al cine a ver las películas
que me encandilaban; y cuando cumplí los dieciocho quise tener veintiuno para
ser mayor de edad –en los tiempos en que estaba fijada en tal fecha el sello
oficial. Pero quería hacerme mayor para poder tener opción a derechos legales,
en ningún caso quería cumplir años para asumir responsabilidades, que ese era
el caballo de batalla que asomaba la testuz detrás del D.N.I.

Las responsabilidades vinieron –unas queriendo, otras sin
querer- de la mano del devenir cotidiano y los avatares de la vida me hicieron
adulta antes de los treinta, de la misma manera que la infancia se me enredó
con la adolescencia y algo de ambas perdí en el intento. Pero ahora voy camino
de los sesenta y creo que voy entendiendo lo que significa hacerse adulto (en
mi percepción personal del asunto).

Quizás tan sólo signifique que uno aprende a ocultar mejor
la inseguridad, que con el paso de los años se van adquiriendo herramientas
para apuntalar el edificio en el que bregamos por conciliar nuestros deseos con
las normas generales, los sueños privados con las pesadillas públicas, el
silencio interior con la bulla circundante.

Un niño no se siente inseguro ante el mundo; lo afronta como
un paladín invencible dotado de la espada flamígera que todo lo vence. A ese
niño que todos llevamos dentro se le va recortando luego la seguridad y tirando
por tierra todos sus cimientos. Allá donde creyó que sus padres eran dioses,
descubre el pedestal de barro; donde pensó reinar pronto se siente príncipe
destronado; alargar la mano para tomar lo deseado conlleva la posibilidad de
que se la corten. Y como sabe, como intuye que vive en una selva disfrazada de
cemento, comienza a darse golpes en el pecho –como sus amigos los gorilas- o a
aullar más fuerte que el vecino –como sus amigos los lobos- para disimular que
no es más que un pobre ser humano, débil e inseguro de sí mismo.

Pero pronto se hace adulto, incluso algunos antes de cumplir
el primer decenio, y oculta su miedo, su angustia, el susto cotidiano ante la
vida de la mejor manera que puede. Y se reviste su rostro de adustez, huye la
mirada clara de sus ojos y el beso fácil de sus labios, guarda las distancias
intuyendo enemigos, sella su boca de cariños y ahoga palabras en el fondo de su
corazón. Y una vez revestido de las características típicas del ser humano, se
hace adulto, madura en la siguiente primavera y comienza a pudrirse veinte o
treinta años antes de desgajarse del árbol de la vida y caer al suelo donde ya
nunca más podrá optar a nada.

Pero el título de este post es una pregunta que quizás tenga
muchas respuestas, tantas como lectores este blog.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien quiere contactar:

laalquimista99@hotmail.com

 

 

15 de Diciembre de 2011

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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