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Cecilia Casado

A partir de los 50

Después del silencio

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He sobrevivido. Y con nota… Después de una semana completa en completo silencio –es decir, que de mi boca no ha salido ningún sonido más allá de algún que otro suspiro al coger en brazos a Elur mientras contemplábamos los famosos atardeceres rojos del Mediterráneo-, después de siete días con sus siete noches sin datos en el Smartphone, sin Wifi, ni usando la función “teléfono”, desenchufadas la radio y la televisión y saludando a los pocos vecinos con los que me he cruzado con una sonrisa… Después de apagar voces externas para ponerme en “modo escucha” de mi yo interno, me reencuentro con la mujer que era hace dos semanas y que ha perdido cuarto y mitad de tontería en el camino para reemplazarla por una calma mucho más gratificante.

He comido menos y he dormido más, mucho más. He leído apenas, pero reflexionando con bastante intensidad, sin distracciones. La meditación, regular, es una asignatura que tengo atascada, pero sé que voy por el buen camino.

No me he aburrido en absoluto a pesar de haberme privado de las interesantes y amenas conversaciones que mantengo con mis amistades –vía telefónica cuando estoy en “mi otro mar”; he sentido que mi tiempo estaba lleno, pleno de instantes vividos en primera persona del singular, sintiéndolos con una fuerza inusitada y pudiendo volcar en ellos mi atención e intención.

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El paseo por la orilla del mar al amanecer, ese caminar refrescante para los pies y las piernas y para la vista, perdida, vagando de la espuma de la orilla a la línea del horizonte, sin querer imaginarme en un yate surcando las aguas –como he hecho otras veces- sino, simplemente, concentrada en la contemplación del agua inmensa, clara, limpia estas mañana por una especie de pequeño milagro inesperado.

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Las mañanas en la terraza arropada por mis pinceles, inventando colores que existen desde siempre pero que son nuevos para mí. El almuerzo temprano eligiendo lo más sano que puede ser también lo más rico si se come con pausa y deleite. El reposo en el cenit del sol y la tarde contando hormigas en el jardín con un libro en el regazo y el perrillo a mis pies. Después, el segundo largo paseo del día pero esta vez para hacerle feliz a Elur (que le encanta ver la vida desde su carrito) ya que ha pasado todo el día en silencio, él también.

¿Por qué y para qué me ha dado la ventolera de aislarme y propiciar el silencio interior? ¿Qué beneficio esperaba sacar de tal “sacrificio”? (Porque, lo confieso, ha sido “durillo” tirando a complicado en algunos momentos.)

Tanto leer libros, tanto trabajar la conciencia de lo que uno quiere, de lo que uno necesita y aprenderse todas las teorías dejando para “más adelante” el trabajo de experimentar lo aprendido sobre el papel o escuchando a otros que sí lo han vivido y lo cuentan en plan clase magistral… ¡Había que dar el paso!

Como esos “viajeros de sofá” que sueñan con lugares exóticos, miran documentales, ojean fotos ajenas y piensan, yo también, algún día…más adelante… cuando pueda, cuando tenga, cuando sea el momento adecuado.

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*(Yoga matinal en el mar)

Todos mis “momentos adecuados” han llegado ya. Excepto el de abandonar mi cuerpo físico e “irme por ahí”, ya no encuentro excusa que contarme para dejar para pasado mañana lo que estoy deseando sentir y vivir en el momento presente.

No tengo futuro; así lo siento. Ni futuro, ni expectativas, ni planes en los que invertir los planes de pensiones. No puedo “ahorrar” tiempo, días, vida, emociones, ganas. Con tantos lustros en el lomo –amen de la lumbalgia- ¿voy a seguir confundiendo los meses del calendario, sin saber en qué día vivo porque nada hay que diferencie mis sueños de mis pensamientos ni estos de mis actos?

Estando en silencio (casi total, porque los aviones han seguido pasando sobre mi cabeza y los niños del vecino viven en modo imperativo), estando en silencio exterior se escuchan las voces internas. Primero, con la timidez inherente a la falta de práctica; a las pocas horas, con la emoción de sentir que aparece un eco de fondo que no se sabe de dónde viene, pero que viene. Después, las voces pueden llegar a ser abrumadoras, casi como con un fragor aturdidor que me envuelve por completo aunque nadie más que yo las escuche. Me dicen cosas, me cuentan verdades que buscaba sin hallarlas, susurran el secreto espiritual o deslizan la solución definitiva para dejar –de una vez por todas- de ser una especie de pelele con melena y piernas largas que escribe un blog y a quien la vida y sus gentes –algunas gentes de infausto trato y peor recuerdo- han conocido tangencialmente, sin comprender lo suficiente ni mucho menos respetar en profundidad. Una mujer vulgar y corriente, como tantas otras, con dolor de ovarios cada cierto tiempo y el alma envejecida por esas pequeñas infamias que quién no ha padecido, esas que vuelven a estrellarse sobre nosotros después de rebotar en los demás. Somos responsables también, qué duda cabe.

alqui-agosto-2019Todo empieza y acaba en mí misma y en lo que me relata la voz del silencio interior. Ya no hay cuartelillo para pensar y mucho menos chantajear diciendo: “es que…son los demás los que…” (Lo que sea). Ya vale con los: “no te aguanto porque…” en realidad esa rabia no es más que propia y personal, pero preferimos escupírsela a quien está cerca y despistado.

Yo he creído que tenía muchas amigas y amigos y ahora sé que era mi propio espejismo. No es que haya perdido amistades, porque es imposible perder lo que nunca se ha tenido; ¿a quién voy a querer engañar?

La vida sigue ahora, la mía por lo menos. Me quedo en “mi otro mar” unas semanas más: al final una se acostumbra más fácilmente a lo bueno que a lo malo y nadie me espera en ningún lugar lo cual, lejos de ser algo triste, es la expresión total y absoluta de la más sencilla y amable libertad.

Voy a hacer gazpacho y luego a pintar un poco.

Felices los felices.

LaAlquimista

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*** Fotografias: Cecilia Casado

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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