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Cecilia Casado

A partir de los 50

La música amansa a las fieras. O casi.

Este es uno de los aforismos más famosos que he dejado de escuchar en los últimos tiempos; quizás porque cada vez hay menos zoos o porque
la gente utiliza otros sistemas para apaciguar sus “rugidos” interiores. Cuando uno está sobrepasado de energía acumulada –estrés le dicen, cuando le deberían de llamar cansancio a secas- es preciso encontrar la válvula de escape personal para aliviar la tensión excesiva y entonces entra en juego la imaginación –o la falta de imaginación- del ser humano para conseguir tal estado.

Algunas personas utilizan el ejercicio físico como desahogo a esa fatiga vital: correr unos kilómetros echando el bofe –esfuerzo cardiovascular que no es beneficioso para todos- o nadarse veinte piscinas sin sacar la cabeza del agua o pillar la bici y tratar de emular a Bahamontes un domingo por la mañana o pasarse dos horas gritando desaforadamente y castigando neuronas un domingo por la tarde. La “fiera” queda amansada. Más o menos.

Luego están –y son legión- los que la intentan adormecer o simplemente matar de aburrimiento esgrimiendo el mando a distancia como si de
una varita mágica se tratase; mal sistema. La “fiera” se aletarga, protegiéndose de la agresión digital y luego vuelve a surgir, recargadas las
pilas de la inquina, con mayor virulencia en su próximo ataque. Mal sistema.

Pero algunos utilizamos el método “de toda la vida” para proporcionar a nuestro espíritu un espacio de paz necesario para seguir afrontando los inconvenientes de la vida en sociedad en general y de la vida familiar en particular; inconvenientes, por otra parte, comunes a todos los
mortales y de los que no se libra nadie en absoluto.

La música. Clásica, por supuesto. Y, si es posible, barroca. Ayer el dulce caramelo lo ofrecía en esta ciudad en el Kursaal Il Giardino Armonico de la mano de su genial Giovanni Antonini. No era la flauta mágica de Mozart, pero sí que era mágica, porque la Suite en La Menor para flauta de
Telemann es una delicatessen capaz de diluir en pocos minutos cualquier tipo de cansancio físico o mental.

El espíritu comenzó a dejarse llevar, confiado y contento, por los senderos llenos de luz que iba descubriendo Antonini. Después de tan
digno “hors d’oeuvre” no podía faltar “el dios”: Bach, siempre Bach.

Concierto de Brandeburgo nº 3 en Sol Mayor BWV 1048 Allegro y suspiros, nº 5 en Re Mayor BWV 1050 Presto y paz interior y el remate
glorioso del Nº 4 en Sol Mayor BWV 1049 Allegro, Andante y Presto para terminar el masaje neuronal y alcanzar el pequeño “nirvana” emocional que todos deberíamos disfrutar por lo menos una vez cada cierto tiempo.

Cientos de “fieras” dejándonos “amansar” por la música y llenando espíritu y corazón de algo muy parecido a la paz. A la salida, el frío
nocturno asemejaba una caricia para el alma. La ciudad parecía mucho más hermosa y el mundo…un poco menos feo.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien quiere comentar:

laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


enero 2012
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