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Cecilia Casado

A partir de los 50

No te quedes en pijama

Estar en casa, sin salir, lo identificamos mayormente con “ponernos cómodos”. Una llega de la calle y no puede resistirse al pequeño placer de lanzar los zapatos por ahí y quitarse casi a manotazos la ropa que nos ha servido de cobertura en los lances laborales, públicos o sociales. Es ese respiro de decir: “uf, fuera todo esto que tanto aprieta” y echamos mano entonces de lo que nos da confort. Hay quien se pone “la ropa de casa” y quien, directamente, se enfunda el pijama. Para gustos, colores.

Pero ahora estamos en casa todo el día –o la mayor parte de él- y la mente nos hace una pequeña trampa (una más de las muchas a las que nos tiene acostumbrados). Como sabemos que no vamos a salir a la calle, porque no podemos, porque no debemos, por solidaridad además de por obligación, nos ponemos en “modo pijama” y… a ver.

Se me ocurre que es demasiado frecuente lo de que el hábito hace al monje, es decir, que realizamos pequeños actos de forma automática sin pararnos a pensar en el significado profundo que en realidad tienen. Casa=comodidad. Comodidad=pijama.

Como me conozco y sé que las rutinas siempre han sido un soporte efectivo para mi sobriedad mental, procuro mantenerlas incluso en circunstancias adversas o variopintas. Como ahora mismo. Encerrada a cal y canto entre cuatro paredes y dos ventanas necesito apoyos para no acabar harta o deprimida o dando gritos con la música a tope.

Así que me levanto a mi hora habitual –nada de quedarme levantada haciendo lo que sea hasta las tantas porque, total, al día siguiente no hay nada especial que hacer-, desayuno como está mandado, hago mis abluciones cotidianas y…ME VISTO COMO SI FUERA A SALIR A LA CALLE. Lo de siempre, lo de cualquier día, todo limpio y planchadito, con los pendientes a juego con el pintalabios –o al revés- y el toquecito de colonia detrás de las orejas. Lo que pasa es que no me pongo los zapatos, ahí ya no puedo llegar. Pero no me miro a los pies y listo.

Entonces me saco una foto lo más sonriente posible y se la mando por Whatsapp a mis hijas y a algunas amigas para que vean que es verdad que estoy bien, vivita y coleando, con el ánimo cerca del techo y no por los suelos, que esto de estar encerrada en casa viviendo sola tiene muchas ventajas y algún gran inconveniente, pero con todo tenemos que lidiar que para eso somos fuertes, valientes y con varios kilos de experiencia en la mochila.

La vida sigue aunque parece que se ha detenido; ahora está dentro en vez de ahí afuera y es desde dentro, desde nuestra casa como tenemos que afrontarla. Píntate los labios o aféitate la barba, levanta tus rutinas como si fueran una empalizada para frenar los efectos colaterales del virus; cava una trinchera por la que no pueda pasar la desidia ni el abandono. Bastante tenemos ya con la que está cayendo como para que nos pille con malas pintas… o en pijama.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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