Desde que me he quedado en casa obedeciendo las consignas de los que mandan sobre mi vida –qué fatuidad la mía cuando creía que nadie podría nunca más moverme los hilos- voy comparando mis horas con las de los demás por aquello de no convertirme en una mujer excéntrica. De esa observación, cuyos datos saco de las RRSS y de las extensas conversaciones telefónicas con mi agenda de contactos, recojo los mimbres para hacer una lista –me encantan las listas- de lo que los demás hacen y yo no hago y viceversa y, ya si eso, la analizaré cuando tenga un rato libre a ver si llego a alguna conclusión que me sea provechosa.
Cosas que NO hago:
Cosas que SÍ hago:
Me fijo en los “pequeños detalles” que son VITALES y que nos hemos empeñado en considerar como algo cotidiano, fácil, asequible. Como que abras el grifo y mane agua potable a chorros, como que haya electricidad sin cortes ni restricciones; o que Internet no se caiga. Que funcionen todos los teléfonos, que siga habiendo agua caliente para ducharse y calefacción. No sé, esas cosas tan simples y que para media humanidad siguen siendo todo un lujo.
Y que me sigan ingresando la pensión de jubilación todos los meses.
Es mucho más fácil “sobrevivir” de esta manera a la “inactividad febril” de la que tantos se quejan y tantos otros intentan enseñar a paliar. Como si no supiéramos cada cual dónde nos aprieta el zapato. En fin. Una pena.
Felices los felices.
LaAlquimista
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