Sé de qué hablo cuando me marco un título tan grandilocuente para este post que acabará siendo sencillo, porque la vida que yo vivo no tiene nada de magistral ni mucho menos es manual de sabiduría para nadie. Una vida “regalada” la mía, en la que he recibido mucho más de lo que he aportado para equilibrar la balanza.
Un regalo ha sido nacer diez centímetros más al norte en el mapa de donde viene el hambre, el dolor, la guerra y la miseria. Y más al este de donde siguen faltando libertades. También es un valor añadido –al menos para mí- vivir al sur de ciertas tristezas derivadas de la falta de sol, ergo de alegría. Tengo un mapa emocional que me da alas, para qué voy a cortármelas.
Mis padres me regalaron la vida aunque no supieran demasiado bien qué hacer conmigo una vez que me dio por hablar…y pensar. No me “faltó de nada” material, aunque sí tuve exceso y sobredosis de normas, reglas y virtudes teologales a ritmo de bofetada socialmente consentida.
Nunca he estado enferma más que de amor y eso se cura sin necesidad de antibióticos ya que hace siglos se inventó la vacuna para combatir la malquerencia o el desprecio ajeno. He tenido la suerte de poder trabajar en aquello para lo que me preparé y recoger la cosecha que sembré durante lustros de cotizaciones. Me funcionan las piernas, los brazos y la parte que importa del cerebro. El resto, acorde con la edad y las limitaciones que impone la naturaleza humana.
He tenido hijos porque deseé tenerlos y fueron fruto del amor o por lo menos del cariño. Casi nada, si nos paramos a pensar en lo que hay por ahí. Mis hijas siguen vivas, sanas, guapas y felices (o eso dicen ellas y yo les creo con los ojos cerrados). Tengo una nietecita de cuatro años que nos da lecciones a todos a pesar o gracias a la parálisis cerebral que le aqueja; para eso ha venido al mundo, para ser faro de los que andamos en penumbra.
Doy gracias por todo lo que tengo en vez de condolerme por lo que creo que me falta. No lo mencionaré aquí, porque las carencias emocionales o anímicas son algo muy íntimo -y lo que es más cruel- a veces son espejismos que nos han obligado a perseguir sin que lleven al oasis placentero soñado.
La vida es un regalo para mí en estos momentos porque no tengo quejas contra nadie, ni rabias ocultas, ni albergo malos deseos hacia las personas que hayan podido hacer mi vida un poco menos feliz por lo que espero no se me tome demasiado en cuenta mis meteduras de pata. La gente viene y va, así como los afectos. Yo voy y vengo también. Sé que nada es duradero y procuro no apegarme en exceso, dejar ir, soltar a quien quiere partir con su equipaje de razones. “Somos solos”, como dice una poeta bien conocida en esta página. Y bien está así. Cuanto antes lo aceptemos antes empezamos a disfrutar hasta de los más mínimos instantes de nuestra existencia.
La pandemia no se ha cebado en mí ni en mis seres queridos; es como si la guerra se librara al otro lado de la frontera de uno y el alivio de saberse relativamente a salvo hace ver el panorama de otra manera. La crisis económica no me afecta de momento en mi condición de pensionista ni a mis hijas en el desarrollo de sus respectivas profesiones. El viento sopla de popa, a favor… ¡cómo no estar agradecida!
Fui objeto hace poco de un “discurso” en forma de arma arrojadiza, que pretendía resumir mi trayectoria vital: “dos matrimonios, dos fracasos; dos hijas, ambas en la lejanía. No tengo pareja que me quiera ni perro que me ladre y ni siquiera he sido capaz de medrar económicamente si me hubiera esforzado un poco más en el desarrollo profesional. Tengo que vivir sola y moriré sola. Debería esforzarme un poco más. Así no puedes seguir, Cecilia”.
Todo eso me dijo una persona previo permiso auto otorgado para “ser sincero conmigo”. Escuché atentamente y callé más sabiamente aún. Mi reflexión surgió después de reposar el discurso de marras. Aquí os la he contado y creo que “así voy a seguir”.
Felices los felices. Dedicado a mis hijas Xixili y Amanda y a mi nieta Eila por las bendiciones recibidas.
***Me tomo unas semanas de descanso del blog en el mes de Julio. Quiero concentrarme todavía más en el regalo que es la vida.
LaAlquimista
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Fotografía: Cecilia Casado. (Reservados los derechos)