
Pisar la Casa Azul de Coyoacán ha sido como entrar en un pequeño santuario donde la sacerdotisa fue a la vez mártir del mal de ojo de los dioses que la azotaron con sus peores látigos y el desatino del amor pasión que sintió por un hombre que utilizó el amor para irla matando en vida. En una de las paredes de la casa está escrita una frase que me hizo estremecer:

Degustar en un restaurancito al aire libre un hermoso huachinango a la brasa –un pescado primo del besugo y de exquisito sabor, -precedido por un ceviche de camarones (ensalada de gambas) y rematado con un helado de mango, regado todo ello con cerveza, por un precio de 400 pesos = 25€ dos personas- es un placer que recordaré durante tiempo.