Hace un rato he recibido una llamada de una de mis hijas; está fuera de vacaciones y le han robado el bolso. ¡Vaya por Dios, las delicias de la gran urbe!. Después de los consejos de rigor- denuncia, anulación de tarjetas de crédito e ingesta de taza de tila -, intento quitarle hierro a su disgusto diciéndole que los problemas que se solucionan con dinero no son problemas, que prefiero que me llame para contarme que le han robado y no para decirme que ha sufrido un accidente… pero nada, ni modo, no se conforma con su suerte.
Es obvio que el papel consolador que como madre me está adjudicando no lo estoy interpretando bien, así que insisto y le vuelvo a recalcar que el valor de una cámara fotográfica, un iPod, un móvil de última generación, el pintalabios de Dior y el bolso de piel no vale lo suficiente para que yo me lleve un disgusto, que estoy feliz de que ELLA esté bien.
Al final, me corta y me dice que le estoy “rallando” con mi especie de aceptación pasota de lo que le ha ocurrido. –No, le digo, no soy pasota, únicamente tengo paciencia con las reglas básicas del comportamiento humano, entre las que se incluye depredar para la propia subsistencia; y el raterismo es un buen ejemplo.-
-Claro, amá, eso es porque eres mayor…-
Pues vale, pues de acuerdo, soy “mayor” –le respondo- y no me pega un subidón de tensión por mil euros arriba o abajo, que porque me lleve un berrinche el pobre –porque es un pobre hombre- que me ha robado no me va a devolver lo mío, que si dejo que se me hinche la vena del cuello igual tengo un disgusto de verdad y me tienen que llevar a urgencias, que gracias a que soy MAYOR he aprendido a tener paciencia y aceptar lo que no está en mi mano cambiar.
Y ahora que ya no me oye, puedo decirle que me alegro muchísimo de que esté bien, sana y salva, y dolida únicamente en su amor propio por no haber sabido cuidar mejor sus pertenencias y que acostumbrada como está a vivir tranquila y bastante cómodamente en nuestra pequeña ciudad se le ha olvidado que existe otro mundo diferente al suyo, mucho más grande, mucho más duro, mucho más inhóspito y que para “hacerse mayor” a todos nos han robado alguna vez la cartera…
Santa paciencia…
En fin.
LaAlquimista