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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Carnet de voyage” Noche de estrellas y brujos en Chalchihuecan.

 

La Antigua, Veracruz. 3 de Marzo de 2012. En la playa Chalchihuecan, miles de personas se reúnen para apreciar la tradicional “noche de estrellas”. Se estima que más de 15 mil personas asistieron este primer viernes de marzo con el objetivo de bañarse de “esta lluvia” y llenarse de energía y  buenas  vibras. Aunque ya no se aprecian tantas limpias ni rituales como antes, aún se vive la fiesta y el ambiente en esta noche”.

 

Quince mil mexicanos y cuatro “güeros”, para ser precisos. El primer viernes de marzo es tradición que se reúnan brujos, chamanes, santeros y demás patulea en la zona de Catemaco para realizar sus misas negras, conjuros y rituales a la Santa Muerte. Pero Catemaco está atravesando en este momento por una “difícil” situación y es por eso que se ha ido desviando una parte importante de esta fiesta a la playa veracruzana de Chalchihuecan. Ya es casualidad también, que justo cuando estábamos visitando La Antigua, nos parásemos en un “tianguis” (mercadillo) al aire libre y pegando la hebra con una mujer del lugar nos indicase que no dejásemos pasar la ocasión ya que estábamos por las cercanías del lugar. Nos aseguró que no había peligro alguno puesto que la policía vigilaba y protegía el lugar para que se pudiera celebrar el evento sin incidencias, así que ni lo dudamos. Cuando el sol se ocultó en el horizonte, agarramos el auto y recorrimos los escasos treinta kms. que separaban nuestra playa de Chachalacas de la de la fiesta.

 

¡Y menuda fiesta! Ocurre que por estas fechas llegan a la orilla una especie de algas que, si se humedece una tela negra, arrojan un brillo bien especial. (Supongo que será el placton). Así que allí estaban familias completas, con sus playeras (camisetas) negras y pantalones de igual color disfrutando de las aguas del mar en un baño negro y nocturno. La luna a medio camino de su apogeo y las fogatas de los congregados eran toda la iluminación del entorno que, cómo no, se asemejaba fantasmagórico.

En una parte de la playa, docenas de chiringuitos ofreciendo de todo: comida y bebida, tacos, quesadillas, frutas, batidos, micheladas (cerveza con chile) y mucho tequila. También churros, frutas rebozadas en chile picante, dulces/salados, agua de coco, piña colada y todo cuando compone el abanico tropical de las postales de agencia de viajes; finalmente es el mar Caribe, el calor es caribeño y los mexicanos de estas latitudes bailan salsa y ritmos calientes.

 

Alquilamos una mesa y cuatro sillas para poder depositar nuestra bebida y manjares varios después del consabido regateo que parece inevitable en cuanto ven nuestros rasgos “gringos”. Aunque no entiendo yo cómo nos confunden con norteamericanos si no estamos ni gordos ni llevamos pantalón corto, pero en fin. Además, en cuanto escuchan nuestra peculiar (y divertida para ellos) forma de hablar el mismo idioma ya se dan cuenta de que somos españoles y ya no queda nada más que especificar si somos del Barça o del Real Madrid…

 

Miramos los fuegos artificiales, catamos el agua de la orilla del mar, y hacemos lo mismo que hacen los demás: beber, comer y sacar fotos. Pero ellos también nos miran a nosotros, hasta que se nos acercan a inquirir qué hacemos allí, cómo es que nos hemos “caído” en una fiesta tan puramente mexicana como es la que se celebra el primer viernes del mes de marzo.

 

Comemos sin ver lo que comemos, unos chiles rellenos y quesadillas de alambre (carne) bien condimentadas. La bebida al doble de su ración habitual para empujar el picante… pero o te integras o te vas a un resort con pulserita de colores anudada a la muñeca. A nuestro lado se realiza una invocación a la Santa Muerte, donde alguien disfrazado ad hoc con máscara cadavérica y una guadaña se rodea de un corro de decenas de personas que siguen en murmullos el conjuro ritual. No entendemos nada (ni falta que nos hace por aquello del yuyu) pero observamos atentamente. Una pareja joven de Veracruz nos invita a compartir “torito” –licor de uva- y tequila con ellos y se nos pasa el tiempo charlando de política, corrupción, costumbres y formas de vida de aquél y este lado del mundo. Tan diferentes y tan iguales en nuestros afanes, sueños y tristezas.

Un par de chavalitas (aunque resultaron ser mayores de edad), mordisqueando un mango envuelto en chile rojo y picante, me invitan a bañarme con ellas; menos mal que soy rápida y les digo que no he traído ropa para cambiarme que si no… los niños juegan con la arena entre las sombras de sus familias y las luces de los fuegos artificiales decoran el cielo a ratos: de uno en uno, curiosamente. Cada vez hay más gente, la música comienza a invadirlo todo y los brujos y santeros se dedican a lo suyo mientras el nivel de alcohol va subiendo junto con la marea arrastrada por una hermosa y cómplice luna.

 

La “lluvia de estrellas” se hace de rogar; pero tampoco importa. Cuando abandonamos la playa, cansados y excitados, esquivamos largas colas de vehículos que acceden para seguir con la fiesta, ya convertida en reducto de dj’s y juventud preparada para el botellón. Así todos tan contentos: las familias por un lado y los jóvenes por el otro, pero en el mismo emplazamiento y bajo las mismas estrellas.

Como debe ser. O debería ser… lo que se aprende.

 

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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