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Cecilia Casado

A partir de los 50

Qué pocas ganas de casi nada

Nunca he sido de deprimirme ante los zarpazos de la vida ni de tirar la toalla cuando veo que voy perdiendo cualquier pelea, pero cada vez va quedando más lejos de mi ánimo aquella actitud positiva de ver siempre el vaso medio lleno que tanto me ayudó en las primeras décadas de mi vida.

Ahora que soy abuela y que mis referentes están todos criando malvas, he vuelto la mirada hacia lo cercano, lo íntimo, lo que me vibra por dentro. Decir que se tiene “vida interior” suena –siempre ha sonado- a pretencioso en este mundo donde la superficialidad es trending topic y alimento básico (comida basura) de cualquier ego.

Pero como aún sigue funcionándome la “visión periférica” y, digamos que, “no se me escapa una”, me llegan los chispazos de estupidez, los fogonazos de ignorancia y los estruendos de las avalanchas de falta de consciencia. Ahora mismo el mundo (nuestro mundo) se dedica a lanzar saetas envenenadas, consejos no pedidos, opiniones agresivas y toda la gama de autoritarismos. La verdad, es que no lo aguanto.

Será que ya he llegado a esa edad o estadio inefable en que lo que “nace” desde adentro tiene mucho más peso específico que cualquier costumbre llevada encima como una chaqueta de quita y pon. Será que observo, reflexiono y concluyo que cada día, irremediablemente, tengo menos ganas de nada.

Menos ganas de hacer las cosas que siempre habían conformado mi “modus vivendi” como salir por ahí, socializar a tutiplén, ir al teatro, a eventos. Asistir a comidas en restaurantes de moda, seguir el calendario social con mi grupo de amistades, ir de aquí para allá sin perderme ni una. Viajar para contar que he viajado –aunque se niegue-, gastar para que se vea que he gastado –aunque se niegue también-; comprar, consumir, alardear con algo de disimulo y como quien no quiere la cosa… Me aburrí de poner caras felices en Instagram o de chafardear con quienes eran tan tontos como yo.

Ahora mismo…qué pocas ganas de casi nada como no sea de escuchar el silencio atronador que rebota en mi interior. No tengo tiempo –ni quiero tenerlo- para nada más allá de cultivar mi mente para no dejarme engañar por los voceros de la guerra, al igual que la tuve que blindar para que no me asaltaran los voceros de la peste.

Ahora mismo me despierto cada mañana sintiendo que todavía me quedan cosas por hacer, pero cosas sutiles, nada espectaculares, esas pequeñas ilusiones de andar por casa que nos hacen felices tan sólo por el hecho de hacerlas…

Lejos del estruendo furioso de las bombas lanzadas con odio todavía nos queda la posibilidad de construir nuestro pequeño fortín emocional con algo de amor. Algo de ello tiene que quedar a quienes lo hemos cultivado en nuestro interior. Rebusquemos.

Por lo demás…Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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