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Cecilia Casado

A partir de los 50

Ancianos solos. ¿Quiénes son los culpables?

En la mayoría de ciudades españolas existen asociaciones –algunas públicas y otras privadas aunque subvencionadas- que aglutinan la buena fe de voluntarios que se brindan a “dar acompañamiento” a personas que lo demandan por su situación de soledad. No son más que un par de horas semanales para dar un paseo o jugar al parchís o simplemente charlar alrededor de una mesa camilla. Lo que solicite el demandante, en su mayoría mujeres ancianas.

Sé de lo que hablo porque alguien con quien me unen muchas vivencias y también mucho amor, dedica dos mañanas a la semana a acompañar a sendas mujeres que se sienten “profundamente solas”. Por su formación y preparación le admitieron enseguida en la ONG a la que ofrece generosamente su tiempo y porque tienen más demandantes que voluntarios, cosa que me ocurrió justamente al revés cuando quise colaborar con una ONG local en la que había más voluntarios que demandantes.

Ella, la voluntaria, mi sister, me cuenta lo que está viviendo, no como cotilleo o falta de discreción, sino como necesidad de desahogo ante las situaciones que está conociendo de primera mano, que le afectan profundamente y de las que tiene que “tomar distancia” salvo exponerse al abatimiento total y absoluto. Ellas, las demandantes, son mujeres ancianas que viven solas en condiciones que no son como para lanzar las campanas al vuelo. En pisos de alquiler de renta antigua, con pensiones mínimas de viudedad y, la mayoría, con HIJOS y NIETOS.

Ahí duele, ahí duele. ¿Cómo se puede entender que una mujer de ochenta y tantos años con cutro hijos y siete nietos tenga que recurrir a una ONG para obtener un poco de compañía? La respuesta ya la conocemos todos. Y no es otra que la consabida cantinela de que “los hijos tienen su propia vida” y “los nietos, ya se sabe”.

No es un caso aislado, ni muchísimo menos. Más abundan los ancianos solitarios “abandonados” por su propia familia –y no hablo de residencias geriátricas donde los usuarios socializan entre sí y nunca están solos-, que eligen de alguna manera seguir en su propia casa hasta el final porque sienten que necesitan esa protección emocional, la de las cuatro paredes en las que han criado a sus hijos y han vivido toda una vida.

Obviamente, son ancianos que no pueden permitirse pagar a una cuidadora personal –ni siquiera recolectando el dinero entre sus hijas e hijos-, que tienen que racionar la calefacción además de los comestibles sanos y eliminar cualquier tipo de capricho por mínimo que este sea.

Una buena mujer de casi noventa años tuvo que renunciar al “acompañamiento solidario” porque su propia familia se revolvió ante esa demanda. -“¡Como si no le bastara con nosotros”!, explotó la nuera enfurecida. Como si no le bastara a esta mujer con recibir una “visita de médico” una vez a la semana…

Otra mujer lloraba por la soledad tan terrible a la que se veía abocada. –“¡Con tantos nietos como tengo, no viene ninguno a verme, que dicen que no tienen tiempo!”. Quejas tristes, quejas justificadas que conmueven y nos hacen reflexionar.

Y esta persona voluntaria, tan generosa y de corazón tan grande, me lo explica con palabras desgarradas: -“A mí también me pasará lo mismo cuando me llegue el momento. Los hijos de ahora consideran que “todo les es debido” y la culpa es nuestra porque les hemos educado así. Nos abandonarán como trapos viejos sin remordimiento de conciencia alguno. Su lema es: “Yo tengo mi vida” y, nosotros, sus padres, asentiremos sin levantar la voz, no vaya a ser que se vayan a enfadar con nosotros”.

Terrible. Y real también, ¿no?

Felices los felices, malgré tout.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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