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Cecilia Casado

A partir de los 50

Ideas para amargarse las vacaciones

Es fácil ponerse de acuerdo en que las vacaciones deberían ser un tiempo de placer personal en el que prime la libertad del individuo. Sin embargo, paradójicamente, el porcentaje de quienes sufren en vez de disfrutar se ha mantenido en cotas muy altas desde siempre. Y es culpa nuestra y de nadie más.

¿Quién no ha dedicado alguna vez parte de las vacaciones a hacer “chapuzas domésticas”, para que no coma el gremio correspondiente, y liarla parda? Ponerse a pintar la casa (del pueblo o la de aquí), quitar la moqueta y meter parquet o cambiar los muebles de la cocina con el argumento de  ahorrar una “pasta gansa” y partirse el espinazo, sudar como burros, quedarse sin playa o sin monte, cansarse lo que no está escrito, aguantar las quejas familiares y jurar que “el año que viene” se harán vacaciones como Dios manda.

¿Quién no ha aceptado alguna vez la propuesta de ir de vacaciones “en grupo” –con amigos o familia- al típico viaje exótico o lejano y pasar después el tiempo contando los días –qué digo los días, las horas- que faltan para regresar a  casa? Esa pesadilla de los madrugones, los paseos en rebaño mirándolo todo a través del móvil, la contemplación de monumentos que importan un pimiento, esas comidas en mesa compartida con menú cerrado y conversación cerrada también, las visitas a talleres artesanales o fábricas imprescindibles para saquear el bolsillo ya exhausto, para luego quejarse –por lo bajini- amargamente del error cometido y al volver a la oficina o a la cuadrilla contar a bombo y platillo lo que se ha disfrutado y martirizar al personal con fotos del periplo vacacional. (Apunte: ¿Por qué se sacan varias fotos iguales? ¿Por si alguna sale mal…? ¿Si son todas idénticas?)

La variante de “vacaciones en familia con niños” es la más común y corriente y –que nadie lo dude- la más “peligrosa” para la salud física, mental y de la otra. Conducir un vehículo atiborrado de todo lo posible –vástagos, juguetes, abuelos y nevera con comida para el viaje- durante más de cien kilómetros puede suponer un estrés difícilmente asumible para quien necesita concentración y tranquilidad para no chocar contra cualquier otro objeto en movimiento. Recuerdo aquella época: cinco horas cantando con las crías, parando cada dos por tres (quiero pis, tengo sed, tengo hambre, falta mucho, me aburro, me pica todo) después de haber pasado media hora intentando cubicar en el maletero lo “indispensable”. ¿Que se hace con amor…? Pues algunos dirán que sí y otros dirán que “a la fuerza ahorcan”. ¿Os habéis fijado en la cantidad de gente que vuelve a casa  unos días antes para “descansar de las vacaciones”?.

Y he dejado para el final las vacaciones en pareja, ese mito que se desmorona en cuanto arranca el tren –o despega el avión o agarras la autopista- y que deja al individuo a merced de las manías o caprichos del otro, del resentimiento del otro o lo sumerge en una piscina de aguas turbulentas donde cada quien sacará lo peor que haya ido almacenando  (rencor, reproches, envidia, los “ésta me la pagas”) y toda la artillería ligera y semi-pesada que los componentes de una pareja “al uso” meten en el equipaje para ir utilizándolo según la ocasión lo reclame. ¿Que parezco negativa y poco amable en el ejemplo? Quizás. Lo que ocurre es que las parejas discuten cuando no les mira nadie y las “lindezas” se las sueltan en privado. Con los amigos a la vuelta de las vacaciones el resumen de la jugada suele ser “estupendo”, a ver si todavía nos van a llamar tontos por habernos gastado una pasta en pasarlo mal.

Los que disfrutan en vacaciones familiares, en pareja, en el pueblo, en casa currando o en Masai Mara fotografiando kikuyus que me disculpen. Otro día hablaré de ellos… y de los que van a su bola sin perro que les ladre.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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