Pretender dárselas de peculiar e ignorar lo que le ha ocurrido a la marquesa de Griñón está muy feo y es de ignorantes más que de intelectuales. Yo misma me di carta blanca en este aspecto desde que un escritor “nobelado” se arrejuntó con la “reina de corazones” y me tiró por tierra varios lustros del mínimo común múltiplo de exigencia intelectual.
Dicho lo dicho, y con la venia, quiero hacer una pequeña reflexión muy femenina –que no feminista-, para las mujeres a las que nos inyectaron en vena aquello de que el hombre es hombre y no puede evitar hacer lo que hace mientras la mujer tiene que mirar hacia otro lado y tragar carros y carretas.
¿A qué mujer de mi generación no le han puesto los cuernos alguna vez…? Bien entendido que parto del axioma siguiente: “Ladrón no es el que roba sino al que le pillan”, que traducido al asunto afectivo/emocional viene a traducirse en “mi pareja no ha roto un plato en su vida porque no he visto trocitos por el suelo que recoger”.
A mí me han puesto los cuernos –vamos, que me han sido infiel con luz y taquígrafos- cuando no había redes sociales sino simplemente correveidiles en la pequeña ciudad en la que habitábamos ambos dos, que por mucho que se disimulara siempre te pillaban si chapoteabas en charca ajena. Y eso escuece, vaya que sí, sobre todo en el amor propio y en la vergüenza añadida de ser la última en enterarte.
No creo que fuera cuestión de falta de amor sino de aburrimiento puro y duro porque imagino que si yo hubiera sido una medio monja con el rosario anudado al escote mis parejas se habrían pasado los escapularios por la mismísima próstata con mucha más frecuencia. Que esto es más viejo que el hilo negro, por todos los santos.
Lo que pasa es que, aunque no seamos conocidas a nivel netflixiano, las mujeres normalitas de toda la vida –es decir nuestras madres, nuestras abuelas y las que ya peinamos canas- estuvimos educadas en un “savoir faire” mucho más productivo. Lo que importaba era que no se supiera fuera de casa, que no hubiera escándalo y, sobre todo, que los hijos (de haberlos) no se avergonzaran de la poca dignidad de su madre ni odiaran al pichabrava de su padre, porque los referentes son muy importantes para no sembrar traumas que luego sólo se pueden lavar a base de talonario o ingesta de medicamentos recetados por la Seguridad Social.
¡Ay, si tantas de nosotras hubiéramos pillado in fraganti al novio de turno casi un año antes de la boda! Porque otro gallo le habría cantado –mira tú que suerte ha tenido la Tamara- si la “cazada” llega a ocurrir con el vestido confeccionado, las invitaciones enviadas y la exclusiva en subasta. Menudo dilema moral le cae encima a la chica y a su cohorte de amiguis.
En realidad este pequeño culebrón nos ayuda a distraernos de las debacles varias que están ocurriendo ahora mismo en el mundo lejano y el cercano. Inflación, pobreza, hambre. Guerra, violencia, maldad. Y todas las fobias que ostentan por bandera las ultraderechas, dictaduras y teocracias que en el mundo son.
Doña Elena Francis habría solucionado el tema en un pispás. –“Querida amiga, sé comprensiva. Ya se sabe que los hombres no pueden ir en contra de su naturaleza. Castígale un poco durante las próximas semanas, que comprenda que te debe respeto y, si se arrepiente, dale tu perdón. Como dice el Dios de los católicos que hay que hacer.”
Venga, Tamara, mujer, sé coherente por una vez en tu vida.
Te deseo lo mejor, porque el oprobio de una sola mujer es el oprobio de todas.
Felices los felices.
LaAlquimista
También puedes seguir la página de Facebook:
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com