Supongamos que partimos de la base de que, cuando una relación chirría, la culpa es siempre del otro. Supongamos además, que nosotros lo hacemos todo lo mejor posible y el resto –quienes están al otro lado de la línea roja que hemos marcado- no pone lo suficiente de su parte o es muy egoísta o, simplemente, no nos llega a la altura del zapato.
Con estos mimbres, ya tenemos la receta exprés para mandar a hacer puñetas cualquier relación de la que estemos más que hartos o aburridos. Puede ser de amistad, de interés sexo-romántico o de compromisos familiares: la fórmula vale igual para un roto como para un descosido.
A mí me han mandado en primera persona a freír monas por los siguientes motivos:
– Porque YO no soporto la impuntualidad. Ni la tacañería.
– Por quejarme de que me cuenten las mismas milongas una y otra vez sin ponerles remedio.
– Por rebelarme, por no callarme la boca ante lo que me parecen desafueros relacionales.
– Por ponerme en posición radical –en vez de horizontal-, y decir basta y hasta aquí hemos llegado, he perdido amistades que parecían tener raíces de roble.
Después de llorar un poco por el desprecio recibido y lamerme las heridas de la mejor manera que he sabido, siempre llegaba el momento de la reflexión, ese pararse a pensar en el porqué de las cosas y, sobre todo, en el “para qué” de las mismas.
Al final, todo se reduce a que hay gente a la que le caemos mal –e incluso a algunos fatal-, a la vez que a otros les caemos bien –y puede que hasta genial-. Supongo que la balanza debe estar equilibrada para sentirse bien con la vida y las gentes, una especie de “pacto” entre el ego y la consciencia, un ten con ten que pueda llevar de la mano la autoestima y la sinceridad con uno mismo.
En los últimos años dos amigas –a las que sigo añorando algún ratito que otro- me retiraron el pan y la palabra; una de ellas por el expeditivo método de “ir a por tabaco” y no volver a dar señales de vida. La otra, con una andanada de reproches por whatsapp. La una con un método clásico y la otra con la tecnología más moderna.
En los últimos tiempos, yo misma, he retirado el trato a dos personas –a las que no echo en falta en absoluto- por el infalible método de “dejar que corra el aire”, y de esta manera conseguir que no vuelvan a dar señales de vida.
Y es que no es tan malo romper relaciones que chirrían, no debería darnos miedo escaquearnos de quien no nos agrada, ni mucho menos pensar que vale más la cantidad que la calidad. No seré más feliz creyendo que tengo muchos amigos si luego, a la hora de la verdad, a los de verdad los tengo que contar con los dedos de una mano.
Así que a lo dicho: cualquier excusa es buena para ser coherentes con lo que realmente pensamos y sentimos y deseamos para estar en paz. Con nosotros mismos; y con el resto…pues ya se verá.
Felices los felices.
LaAlquimista
Te invito a visitar mi página en Facebook.
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com