¿De qué me ha servido empeñarme en que alguien me quisiera como yo creía necesitar que me quisieran? De nada en absoluto. Los seres humanos tenemos un corazón tan inextricable como esos caminos que cita la Biblia y es sufrimiento absurdo empeñarse en que una madre quiera a sus hijos o unos hijos a su madre si el amor no ilumina. A la falta de luz se le llama oscuridad.
¿Cuánta energía se desperdicia creyendo que “alguien puede cambiar” porque así lo necesitamos? Cuando jóvenes se tienen creencias absurdas que tan sólo el tiempo se encarga de tirar por tierra. Las utopías –en lo emocional, en lo afectivo- son absurdas e improductivas. Idealizar el amor y las relaciones humanas es otra falacia muy extendida. Te llamarán descreído.
Ahora, por fin, -casi siempre- me quedo feliz cuando tomo lo que me dan. Sin frustrarme apenas cuando es menos de lo esperado, incluso cuando es “nada” en comparación con lo que siento que me merezco…Y tomo lo que me dan…¡Que es tanto…!
Casi toda mi familia de origen ha reducido su relación conmigo al mínimo de los mínimos; no les resulto persona grata. Mi forma de ser, de comportarme –con ellos y con el mundo- les resulta incómoda y hace ya tiempo que cerraron las puertas. Lejos de buscar culpables a quienes colgar el sambenito, tomo lo que me dan. Que en este caso es tranquilidad y paz en la distancia.
Para compensar, mis hijas –y las familias que han creado- expresan y comparten el amor formando un núcleo afectivo generoso y lleno de bendiciones. Sin intentar “poseernos”, respetando el vuelo único y personal de cada una y a pesar de los muchos kilómetros que nos separan nos damos todo lo que podemos con amor. Tomar lo que me dan es fuente de paz..
Luego está “mi otra familia”, esas mujeres y hombres a quienes les gusto, que disfrutan conmigo cuando hablo y cuando callo, esas personas humanas que me envían –desde la amistad y el cariño- buenas vibraciones para que sea un poquito más feliz.
Todo esto lo tomo –lo bueno y lo menos bueno- como parte de lo que me equilibra en la vida. A veces desearía que aquel amigo me llamara después de su silencio de varias semanas…pero tengo que aceptar que esté en “sus cosas” en vez de en las cosas comunes. A veces también desearía que alguna amiga querida no se perdiera en sus ensoñaciones y compartiera conmigo un poco más de tiempo…pero tomo lo que me da, porque aunque me parezca poco seguramente es el “todo” de ella.
Y luego, la vida. Con sus sorpresas buenas, con sus circunstancias imprevistas a las que se les puede sacar muchísimo jugo…Encuentros, conversaciones, casualidades y las hermosas causalidades que hacen que todas las piezas del puzzle vayan poniéndose poco a poco – y cada vez con menos esfuerzo- en su sitio.
Hoy también tomaré lo que la vida me ofrezca, lo que las personas me quieran dar; sea poco o mucho, todo está en orden.
Felices los felices.
LaAlquimista
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