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Cecilia Casado

A partir de los 50

Mío y sólo mío

 

Desde que estoy pre-jubilada tengo que llevar una pequeña agenda en el bolso donde ir apuntando mis citas o lo que tengo que hacer en fecha fija. Es curioso, antes, cuando trabajaba por un sueldo mensual, me acordaba de mis cosas con facilidad. Pero ahora ya me tengo que aplicar el cuento de “más vale un lápiz pequeño que una memoria grande”. Así que provista de mi agendilla voy a todas partes, que nunca se sabe cuándo la voy a necesitar. Supongo que es también porque he relajado mi mente y la he liberado del agobio de obligaciones que cumplir a fecha fija.

Sin embargo, han ido pasando los meses –y ya va para tres años- y mi pequeña agenda siempre está echando chispas. Como estoy “disponible”, la gente de mi entorno echa mano de mi persona en días y horas “inverosímiles”. ¿Desde cuándo he quedado yo con una amiga a media mañana para tomar café? ¿Cuándo se me ha pasado por la mente comer un bocata en un parque en el tiempo de descanso del mediodía? ¿Y salir de cena un martes? ¿Y visitar una exposición a media tarde o de compras un lunes por la mañana?

Dejar de trabajar definitivamente te puede situar en uno de estos dos campos de batalla: en el que no hay nada interesante que hacer y el tedio, el aburrimiento y la depresión acechan o en el del exceso de actividades que acabe agotando a la persona casi tanto como lo hacía el trabajo lucrativo. Las personas activas, obviamente, nos encontramos dentro del segundo ejemplo y ahí es donde tenemos que lidiar con nuestro “toro” particular.

No puede ser que en cinco días libres MÁS que tiene la semana para mí, no me queden huecos para descansar o no hacer más que únicamente mi santa voluntad. Con tanto tiempo libre, ¿quién es el guapo que rechaza invitaciones o le dice a una amiga que no apetece salir a dar la vuelta al Paseo Nuevo un día cualquiera a primera hora cuando la belleza es lo único que habita la ciudad?

Así que he tenido que tomar una decisión drástica e imponerme una disciplina severa. En mi pequeña agenda, en los huecos diarios que conforman la semana, he decidido que tiene que haber un espacio en blanco, sin anotaciones, ni citas, ni compromisos, en el que escribir únicamente la palabra “MÍO”.

Es decir, que ese día es “mío y sólo mío”. Un día en el que nadie puede contar conmigo para ningún plan lúdico. ¿El lunes, el miércoles, el jueves? Sin predeterminar, pero sin cuartelillo alguno. Una jornada que me reservo para mis cosas, mis pensamientos; un espacio mío que puede que sea solitario y silencioso o alegre e improvisadamente compartido. Un día que quiero se quede EN BLANCO en mi agenda semanal.

A nadie hago daño con ello, lo sé. Si viviera en familia ese día pediría permiso para perderme en mi mundo; si viviera en pareja mi hombre estaría feliz de que yo disfrutara de mi propio tiempo. Pero como vivo sola con mi perro puedo considerarme privilegiada de no tener que dar ninguna explicación añadida.

Salvando las distancias, es lo más parecido a la “habitación propia” que preconizaba Virginia Woolf. A nadie debería faltarnos…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Foto: Amanda Arruti

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


abril 2012
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