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Cecilia Casado

A partir de los 50

!Qué bien que me he atrevido…!

 

Modelo nº 1.-

De repente percibes de que ya llevas varias noches durmiendo mal, con un ruido de fondo en sordina que enturbia el descanso. Ese despertar súbito en mitad de la noche, empapado de sudor, con la sensación de que las pesadillas acechan y que, si te vuelves a abandonar, se adueñarán de tu alma.

En la mañana no hay sensación de descanso que ilumine el día y el buen humor se ha perdido en algún recoveco del inconsciente. El bullicio interior sigue molestando aunque lo intentes ahogar en café con leche. Los pequeños ruidos se convierten en estruendos, la palabra concisa en discurso insoportable, la vida es un inconveniente, hay un dolor invadiéndolo todo.

Y el miedo. El miedo al abandono. El miedo al abandono que sobrevendrá si hablamos. No. Mejor callar, como siempre, evitar el conflicto, para qué más peleas. Aunque la pelea sea interior, con uno mismo, angustia que se agarra a la boca del estómago, estrujándolo. El malestar acabará convirtiéndose en enfermedad, eso también lo sabes.

Y cuando ya está todo a punto de explotar, por un último resquicio de lucidez, aparece la decisión. La que desde el primer día ha estado ahí y has estado amordazando, reteniendo, impidiendo nacer y ser.

La decisión de actuar. De hablar. De no callar más. De expresar tu deseo con la última gota de libertad.

¡Qué bien que te has atrevido!

 

Modelo nº 2.-

Quien espera, desespera. Cuán cierto es. Junto a un teléfono mudo o frente a una puerta cerrada. Sin atreverse a llamar a uno o a otra por miedo al rechazo. Intuyendo que del otro lado está algo parecido a la felicidad; pero sólo el silencio. El nuestro también. ¿A quién le importará tu felicidad más que a ti mismo? ¿Son los demás los que tienen que luchar por verte feliz?

Esperar a que el mundo comience a moverse de nuevo. Esperar a que deje de llover. O a que llueva. Pasividad que corroe por dentro e impide, simplemente, vivir.

Y ya, cuando todo se está derrumbando, en el último instante de la angustia suprema, sentir, por una vez sentir en vez de pensar, que ya nada importa y entonces llamar.

¡Qué bien que me he atrevido!

 

 Modelo nº3.-

La vida es dura. Ha transcurrido en su mayor parte y nos ha desgarrado más de lo que podíamos haber llegado a pensar. Y duele. Las manos están vacías ahora. La vida nos ha quitado tantas cosas. O quizás fueron las personas. O fue ella. O él. Todo por lo que habíamos luchado se esfumó con una firma sobre un papel. Y ya nada importa, porque las nubes se han instalado en nuestra rutina.

Otro ser humano se tropieza con lo que queda de nuestra pequeña verdad y la abraza. Otro naufragio que palpita junto al nuestro. Pero no. ¿Volver a amar? ¿Volver a luchar? ¡Para qué! Mejor quedarse inmóvil por miedo a la repetición de la vieja y mala historia.

Quiero estar solo, necesito estar solo, solo, solo, solo.

Siempre habrá un canto de sirena tentándonos. O una propuesta de vida. No volver a caer en la tentación. Resistir. Resistir solo. Dormir solo. Morir solo.

 ¡Qué pena que no te atreviste!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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