Hasta hace poco más de veinte años las comunicaciones de voz se realizaban utilizando el teléfono fijo estratégicamente colocado por los ingenieros domésticos en la vivienda, más o menos a mano. Sonaba el timbre del aparato y no quedaba otra que descolgar para no quedarse sin saber quién llamaba –que lo mismo era algo grave, como que llamara la policía para decirte que a tu pareja le había pillado un coche o algo así-. Luego nos vendieron la “identificación de llamada” y podías mirar y decidir si descolgabas o no, aunque con lo del “número oculto” siempre se te revolvían las tripas por no saber qué decisión vital tomar.
Pues de aquellos afanes tan cansinos nos hemos ido al otro extremo, que no es otro que no querer hablar ya casi con nadie por teléfono. Enganchados al móvil le damos al mini-teclado o al dictáfono “hablamos” con esa aplicación maligna llamada whatsapp, que es un juego de palabras en inglés que significa algo así como:¿”Cómo andas? o “qué hay de nuevo?”. El maldito whatsapp que lo odio como si fuera un pantalón que me aprieta o un retortijón de tripas, que no puedes descansar hasta que te lo arrancas o te desfondas malamente. Esas “conversaciones” de poca monta con la inteligencia confiscada, esos disparos de francotirador que siempre quieren tener la última palabra, esos comentarios desabridos como desahogo infantil de parvos contendientes…
Todo eso y más desde la trinchera, parapetados tras el escudo de la distancia, sin dar la cara, a cualquier hora del día o de la noche…con el único fin de recordarle al prójimo que tenemos la libertad de expresarnos, decir lo que queremos cuando queremos y, sobre todo, tocarle las narices sin solución de continuidad, que es la forma fina de decir “sin frenos y cuesta abajo”.
Pues bien; por fin me atrevo a utilizar de manera expeditiva esta aplicación de mensajería instantánea para protegerme de desvaríos diversos y ajenos, y no es de otra manera que SILENCIANDO o BLOQUEANDO a aquellas personas que lo utilizan como si fuera un “vomitorium” romano o un confesionario. Y para evitar cualquier tipo de agresión a mi paz, mi equilibrio y mi tranquilidad, defensa propia como digo yo.
Es lo bueno de estas herramientas, que tienen botón de “Off” para enviar a los usuarios tocapelotas y estomagantes a hacer puñetas. Y aquí paz y después gloria. O muerto el perro, se acabó la rabia. Por refranes, que no quede…Y lo mejor de todo es que el “bloqueado” no se da cuenta de inmediato y puede que siga erre que erre con sus mensajitos venenosos o banales…sin enterarse de que su “verborrea” ha sido desterrada al confín más lejano de “la nube”, como cuando las cosas molestas de escuchar nos entraban por un oído y nos salían por el otro. De propina nadie te cotillea la foto del perfil… ¡Atrévete, ya verás qué paz!
Y tan felices los felices.
LaAlquimista
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