Bueno, este fin de semana voy a degustar los primeros guisantes de la temporada. Ya os dije que por la pinta que traían para mediados de este mes pensaba que podría catarlos.
No he recogido demasiados, como medio kilo, pero para ver a qué saben suficiente.
Como veis en la imagen, el tamaño que recojo el guisante, es mayor que el de “lágrima” que tanto bombo y platillo le dan. A mi modesto entender este guisante no tiene la plenitud de sabor que tiene cuando se recoge un poco más hecho.
Me explico, creo que el guisante coge su punto más álgido en sabor y rico para comer, cuando no se nota su piel al saborearlo. Si es pequeño, “Lágrima”, está falto de sabor (digan lo que digan) y si se hace grande, se nota su piel al degustarlo y además puede hacerse hasta un tanto harinoso.
Los aitonas sí que sabían y no conozco a ninguno que recogieran el guisante de esa forma. Tanta innovación al final terminaremos comiéndonos las flores…