Es increíble la fuerza que tiene la naturaleza. Cuando se pone a la contra parece mentira lo que puede llegar a hacer. El domingo se quedaba uno boquiabierto viendo in situ lo que había ocurrido al amanecer. Ya peino bastantes canas y he visto azotar el mar de lo lindo. Me acuerdo cuando en la playa de Gros había un pequeño espigón y los servicios estaban a la altura de donde hoy en día está Zurriola Marítimo. Pues bien un año los destrozó por completo. Estaban todos llenos de grandes troncos. Las olas saltaban por encima del muro de la playa de Gros, que tenía el doble de altura que el de ahora… Pero lo del domingo fue por demás. Jamás había conocido el puerto como lo vi, ni los puentes rotos. Hace no muchos días, se llevó un trozo de la barandilla del Kursaal. Pero es que el domingo se llevó hasta el de Santa Catalina, el de la Estación del Norte, amén de los siguientes, que dicen que en alguno se han movido hasta los cimientos… Cuando los fenómenos meteorólogicos se ponen a descargar, no hay otra que encomendarse a todos los santos para que a uno no le toque y esperar a que pase. Nada se puede hacer, salvo esperar a que pase su furia. Esperemos que la primavera-verano-otoño, se comporte de forma más benévola para que podamos sembar, cuidar y recoger los productos que con tanta alegría ponemos.