Siguiendo con el relato de la semana pasada, os cuento la continuación de nuestras frustadas vacaciones de Semana Santa.
La segunda etapa antes de llegar a Cabo de gata, al que nunca llegamos por cierto, era Murcia. Murcia capital y Murcia provincia. La verdad es que la capital murciana lo más grande que tiene son sus tapas y su representante de arte Salcillo. Tiene tranvía y un bonito paseo junto al río que te lleva al casco histórico. Hay una tapa muy típica que se llama pastel de carne, que es muy contundente, un hojaldre redondo y en su interior carne como del cocido. También las hay de sesos. Cualquier tasca, bar o terraza de la plaza de las Flores y alrededores, es apto para estas tapas.
En la capital murciana no hay área. Nosotros aparcamos la autoca en el parking ubicado detrás del Palacio de Congresos y Auditorium. Pero no sé yo hasta qué punto es recomendable dormir aquí. Por eso decidimos irnos al área del huerto murciano. (N 38º 0′ 19” / W 1º 2′ 32”) Una preciosa área entre naranjos a unos 10KM de Murcia. El caminito estrecho para llegar a ella es un poco desesperante, sobre todo si vas de noche, espero no tener que cruzarme con nadie en este camino.
No llueve nunca en Murcia, pero llegamos nosotros y parece que llevemos una nube enganchada a la autocaravana. Con lo cual no pudimos hacer el recorrido en bici que hay desde el huerto hasta la capital. Según nos dijeron es un camino para bicis muy agradable entre naranjos y siguiendo toda la veda del río, llegas a Murcia. Ya me contaréis cuando vayáis.
Otra población que nos recomendaron visitar fue Cieza, en el interior, pero como decían que íba a empezar a mejorar el tiempo, decidimos ir hacia la costa y seguir camino de nuestro destino fallido.
La primera idea fue dormir en Cal Blanque, parque Natural. Pero tras un camino de cabras llegamos a un aparcamiento preparado para pasar el día pero no nos atrevimos a quedarnos a dormir. Era muy dificil llegar, y no hubieran llegado “los malos” pero somos así de caguetas. Si hubiera
habido algún compañero más, no lo hubiéramos dudado. A cambio nos dejamos acunar por el sonido del mar en Cabo de Palos, bajo el Faro. Cuando llegamos había ya unas 4 autocas y campers. Aparcamos y subimos a ver las vistas desde lo alto del Faro. Qué mágico resulta ver los faros. Las vistas desde arriba son preciosas, calas, rocas excavadas por las olas. Dimos un pequeño paseo y vimos el camino a realizar al día siguiente en bici. Quién íba a pensar que sería el último paseo.
Cenamos en nuestra casita con ruedas. Un brindis con un buen vino, empezábamos a disfrutar de las vacaciones.
A la mañana siguiente y tras un suculento desayuno de hotel, cogimos las bicis y a rodar. Queríamos llegar a La Manga. Habíamos visto una cala preciosa.
Queríamos llegar a lo alto de la colina y ver qué había al otro lado. No había mucha gente y daba gusto pasear en bici por aquellas urbanizaciones.
Pero me caí de la bici, por evitar que el pequeño se golpeara, me llevé yo el porrazo. No podía moverme, no podía ponerme de pie. Así que mi marido volvió en bici a la autocaravana y vino a recogerme en ella. Fuimos al hospital. Rayos X y tibia rota a la altura de la rodilla. Inmovilización y vuelta para casa.
Dentro de lo malo, volvímos en autocaravana, porque en coche no hubiera podido volver con la pierna estirada. sé que no es legal pero era una emergencia médica, le dimos la vuelta al asiento del copiloto y apoye la “pata chula” en el asiento de la quinta plaza. Estábamos muy lejos para volver de tirón, así que hicimos parada técnica en Cariñena (N 41º 20′ 17” / W 1º 13′ 48”) Estaba llena. Más de 15 entre autocaravanas y campers haciendo noche y disfrutando del frío turolense. Con que la mitad de ellas hicieran gasto… para que luego digan que el turismo de autocaravanas es gorrón.
En fin, que nuestras vacaciones de semana santa terminaron de mala manera y no podré contaros lo que nos hubiera dado de sí Cabo de Gata y Almería que era nuestro destino final. Otra vez será.