¿Recordáis cómo al principio del verano os comentaba que tenía varias excursiones que me gustaría hacer por los alrededores de mi provincia? Pues he conseguido poner en marcha una de ellas, concretamente el de visitar las Salinas de Añana.
Casualidades de la vida, a veces los astros se alinean para darnos estas sorpresas, un compañero del Jazzaldia, es comercial de esta Fundación, y me facilitó el contacto para que pudiera reservar mi excursión. Hay muchas donde elegir. Aquí podéis ver más información de las diferentes excursiones que podéis realizar. Además ofrecen la posibilidad de visitar tres lugares en Álava tales como las bodegas de Marques de Riscal, la catedral de Vitoria o el Jardín Botánico de manera que os salgan más económicas estas visitas, y sin fecha de caducidad.
Pero vamos a lo que vimos y disfrutamos en el Valle. Llegar a Añana desde Donostia no es mucho, es pasar Vitoria y una vez que atraviesas los billares SAM enseguida te indica la salida. A partir de ahí comienza la carretera de doble sentido y atravesamiento de pueblitos y campos rurales. Y tras algunas curvas, aparece ante ti el valle. La población de Añana y su valle salado.
Podéis aparcar la autoca (o vuestro coche) en el primer aparcamiento que os indica nada más entrar por la calle principal a la derecha, o podéis llevar vuestro vehículo a un parking a las afueras del pueblo, junto a las piscinas. En el que hay habilitados 3 sitios para aparcar autocaravanas.
Aunque imagino que también se podrán aparcar en otros sitios. De ahí a la entrada de la visita habrá andando unos 10 minutos.
Tanto la oficina de turismo, como la tienda y la recepción a los visitantes están en el mismo edificio. Una vez dentro, podéis esperar con los pies a remojo en el pequeño y acogedor spa salino que tenéis a la entrada. Acordaos pues de llevar toalla y pantalón corto.
Tanto si vais por la mañana como por la tarde, podéis aprovechar a comer en vuestra casa con ruedas o bien en los restaurantes que tiene el propio pueblo. Si hacéis esto último os recomiendo reservar, ya que se pone hasta arriba. No me atreví a reservar pensando que a lo mejor nos retrasábamos en la visita, y total que salimos perfectos a las 14.30 y claro para cuando quisimos ir a comer al Palacio de Añana, pues estaba a tope. Lo solucionamos comiendo en la autocaravana.
La excursión a Añana puede ser en si misma una escapada de fin de semana, en la que hagamos las diferentes actividades que nos ofrece el valle, o formar parte de un viaje más grande, quizá visitando Vitoria o Rioja Alavesa. Y aunque en Añana no hay área propiamente, yo creo que podéis dormir tranquilamente en el parking. Es muy tranquilo, lejos de carreteras y ruidos.
Cuando vamos con tiempo, es preferible rutear por carreteras secundarias, o la antigua Nacional I, que por autovía o autopista, lo cuál te da opción de ver, parar y sentir que lo que importa muchas veces no es el destino, sino el camino. Poder admirar campos llenos de girasoles, pequeños pueblitos en los que el tiempo se detuvo, saludar a las viejitas que te miran desde el banco junto a la carretera…
Podéis ver algunas fotos más en la cuenta de Instagram.
Un excursión muy recomendable para este fin de semana largo con el que contamos los Giputxis. Ya me contaréis.