En abril estuvimos en Madrid como ya os conté en este post, sin embargo se nos quedaron muchas cosas en el tintero, por lo que tras visitar el parque Warner decidimos conocer un poquito más la provincia de Madrid.
Nota mental: En la población más cercana al parque, San Martín de la Vega, no hay problemas para pernoctar en las calles cercanas al frontón, calle Extremadura por ejemplo es una buena opción. Silencioso, más que el área de Pinto, también bien ubicado para acceder al parque. Como sabéis en el parking de la warner no se puede pernoctar, el precio del parking es de 13€, un euro más que si vas en coche.
Me sorprendió la cantidad de personas que salían al parking a comer a sus vehículos, pero no autocaravanistas, sino coches con sus neveritas y la gente sentada entre coches comiendo. Nosotros por si acaso no sacamos ningún elemento de acampada, no fuera a ser que nos dijeran algo. (Léase en modo irónico, claro)
Tras pasar un agotador día en la Warner decidimos ir a dormir a Chinchón, no tiene un área para nosotros pero tiene un parking descampado junto al castillo de lo más tranquilo e interesante. Espectaculares vistas con cielo claro del skyline de Madrid en la lejanía, un precioso cielo estrellado nos acompaño junto al castillo donde dormimos tranquilos sin que nadie nos pusiera pegas.
A la mañana bajamos a conocer el pueblo, Chinchón, que sólo me sonaba por el anís. Junto al castillo, hay un pequeño parque en el que podéis hacer una pequeña parada. Ya sabéis que viajando con niños, casi lo que más hacemos es parquear.
Siguiendo la cuesta para abajo, encontraréis a mano izquierda el parador de turismo. Y justo enfrente el acceso a la plaza mayor. Cuando fuimos nosotros estaba preparada como plaza de toros, ni redonda ni cuadrada. Balcones engalanados y graderío listo para hacer las delicias de los taurinos.
Reservamos sitio en uno de los restaurantes de la plaza, en nuestro caso elegimos “La casa del pregonero”, menos mal que reservamos, porque se llenó. Aprovechamos para visitar y hacer hambre antes de ir a comer. Subimos a su iglesia, paseamos por las callejuelas de chinchón, admiramos los escaparates de sus pastelerías, con sus especialidades de teta de monja y bolas de fraile.
La comida fue espectacular. Preciosos y deliciosos platos de cuchara y de caza. Cocida moderna y muy elaborada. Unos postres exquisitos y realmente originales que debéis probar al menos una vez en la vida.
Tras descansar en el parking de Chinchón y comprar algunos dulces pusimos rumbo a Calatayud, pero antes hicimos una parada más en Sigüenza. Dormimos en el parador, bueno al lado, en el parking, con vistas al parador (calle Valencia, 74). Junto con otros 8 compañeros. La subida por las calles del pueblo fue un poco aventura. Desde mi punto de vista no pasaba por ninguna calle, los giros, la gente mirando, yo ya emparanoiada de que nos quedábamos atascados en una calleja, pero al llegar al Parador y ver que había más compañeros entendí porque nadie nos paró para decirnos que no pasábamos.
Sigüenza es un pueblo pequeñito en la provincia de Guadalajara y sin embargo debió de ser muy importante en la época medieval. Su ubicación es estratégica y así lo demuestra su castillo e incluso su catedral. Sí, catedral. Gótica para más señas. También tiene murallas y casas solariegas bien conservadas. Pero sin duda, el más famoso de Sigüenza es el Doncel.
No es un destino al que ir desde nuestra zona por su lejanía, pero en un viaje un poquito más largo de unos tres días, puede ser un bonito complemento.
En esta escapada del puente del Pilar, nos hemos dado cuenta (por si no lo habíamos hecho ya) de la gran libertad que ofrece nuestra forma de viajar. El poder realizar el itinerario sobre la marcha, según convenga en cada momento, por climatología, deseos de los pasajeros o actividades de última hora.
En este viaje cambiamos de destino unas tres veces y al final nos salió un puente de lo más completo, con actividades para todos los gustos y parecía que llevábamos dos semanas de viaje, de todas las cosas que habíamos visitado.