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Iñaki Miguel

Con mi merida voy con mi merida vengo

Un día de pocos kilómetros, pero duros.

Martes, 12 de junio de 2013
Vetralla_Bolsano

He dormido como un lirón, me hacía falta una cama en condiciones. Me he despertado sobre las seis de la mañana, había mucha luz en el exterior, consultada la hora me he dado media vuelta, que siempre son malas, a las ocho he pegado un salto, es tarde para salir.

Después de preparar las alforjas he bajado al bar, donde he tomado un caffellatte, muy bueno, con abundante crema, son únicos estos cafeteros, me han ofrecido algo para comer o algún zumo, lo he rechazado, al querer pagar me han dicho que era el colazione, que venía con la habitación, y no sabía nada, tampoco tenía muchas ganas. El hotel tenía un nombre curioso “el pino solitario”.

Como siempre, he llegado los botellines con “agua de colores” de Born, y a la carretera, me he ido por los caminos, y la verdad que salvó una pequeña duda, pues parte del camino se encontraba cerrado por la vegetación con algún tramo malo, lo demás sin problemas, ah! En el monte, al pasar por la puerta de una finca, me han salido dos perrillos que ladraban como diez, uno echaba espumarajos por la boca, he estado por soltarme la cala y sacudirle un zapatazo.

Después de una veintena de kilómetros he llegado a Viterbo, he subido a la ciudad, a la zona medieval, y tengo que decir que bonita, mucha casa vieja, con mal aspecto, es una una pena, pero el consistorio de la ciudad, al igual que otros de Italia, se dejarían sus presupuestos para arreglar estas cosas, y es lo que tiene un país con tanta historia, que tiene muchas huellas del pasado, y sólo se cuidan las mejores.

Salgo de este enclave, alternando carreteras viejas y mucha pista de campo, en buen estado, me dirijo a Montefiascone, miro el perfil y me da miedo, en el camino me he cruzado con peregrinos, todos camino de Roma, los más curiosos han sido tres irlandeses, mayores, venían desde su país, con la piel curtida de tanto sol, he estado hablando de aquella manera con ellos, después de un ratito nos hemos deseado “buen camino” y hemos seguido direcciones opuestas.

A lo lejos diviso la ciudad, se levanta en una loma muy alta, sitio estratégico para defenderse, parece grande, vamos para allí. Una pared de unos quince kilómetros me espera, lo malo es que para entrar en la ciudad hay que subir una calzada romana con su piso de piedras, que duro, tendrá unos cinco kilómetros, un cartel informativo la detalla. La calzada esta muy descuidada, andan hasta coches por ella, y en otros tramos esta tapada por la maleza, cuando no se han llevado las piedras para hacer algún murete, una pena.

Ha sido muy dura la subida, por fin el camino me ha sacado a la carretera que sube al pueblo, más subir, he ido directo a buscar un lugar para comer, eras las dos de la tarde, llevaba desde las nueve y cuarto sobre la bici, en la oficina de turismo he pedido la lista de restaurantes que sirviesen pasta, me han dado dos, he mirado en cual podía dejar la bici con seguridad, he comido en el Dante, en un cuarto piso, en una terraza que tenía una vista preciosa sobre el lago Bolsena, que da nombre al pueblo de donde escribo estas líneas.
He comido unos canalones rellenos de carne y de segundo pescado del lago, para terminar un té.
Unos minutos de relajo y vuelta a la bici, para llegar a mi destino por hoy he alternado el campo y la carretera, y bien, hacer todo por monte tenía su riesgo, pues he visto en el Google earth que los caminos terminaban en medio de un bosque, sólo había que seguir el trak, lo he rechazado, he tirado por una carretera local, bordeando el lago, muy bonitas las vistas, he pasado por un lugar donde reposan soldados italianos muertos entre 1939-1945, la II Guerra Mundial.

Cuando me he dado cuenta estaba en Bolsena, pueblo muy turístico, la oficina de turismo solo abre por las mañanas, así que a tirar de ipad, justo enfrente mío tenía un hotel, donde por 40 euros me dan cama y desayuno continental, ya veremos mañana.
“jolín” con el viejete de la recepción, entenderle me ha costado un “congo”. La habitación sin más, la persiana bajada y clavada, el aire acondicionado 5 euros, lo he rechazado y las toallas del baño para lijar madera, casi me hago raspaduras en la piel.

El pueblo precioso, con playa en el lago, con casco medieval y un castillo imponente. Muy turístico.

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Los caminos y mi bicicleta, dos amigos.

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