Barro hasta el tobillo. Frío. Nieve en los montes. Lluvia incesante durante horas. Atletas con las zapatillas en la mano. Camisetas de color marrón chocolate. Casi cuarenta minutos de la carrera internacional. Como en los viejos tiempos. La catedral del cross volvió a ser ayer la catedral. Eso sí, una catedral embarrada, pero del siglo XXI donde las gestas ahora las firman los atletas africanos. En este nuevo siglo solo un triunfo de Europa (Lebid en 2005) y el resto Kenia, Etiopía, Eritrea y Tanzania. Es el nuevo mapamundi del campo a través. El barro lasartearra que salpicaba hace 50 años a los rostros de los Emil Zatopeck, Mike Tagg, Mariano Haro, Carlos Lopes… adorna ahora a los puras sangre africanos.
El escenario de la matinal vivida en el hipódromo era del pasado; los protagonistas son reflejo de un mundo abierto. La nueva organización también avanza hacia un espectáculo que llegue mejor a los aficionados, ayer muy sufridos, y entre esos avances aciertos y algunos errores. El cross de San Sebastián recuperó ayer un puñado de galones perdidos en ediciones sin garra. Es necesario ‘producir’ un cross, dos carreras internacionales, que tengan alma. Estamos en el camino. La raza la pondrán después los corredores con un plus si la meteorología es nórdica y no mediterránea.
El circuito ha variado para ganar en visibilidad para el público. Pero el viejo obstáculo allí estaba. Antes con las pancartas de Fagor, La Voz o Coca Cola. Y siempre con la incertidumbre de si alguna zapatilla quedaría varada entre el pegajoso barro. Chaparrones, viento, frío y barro a toneladas, como sucedió hace 30 ediciones cuando el inglés ‘caballo’ Bedford se llevó la txapela y lo narraba por primera vez ‘la voz’ de este cross desde 1973, el entonces joven José Mari Sarriegi, que ayer dijo adiós al micrófono del hipódromo o al menos esa es su intención. Un speaker de raza, como el cross de ayer.