Si ligo este post con el anterior, el biochip lo debió llevar el árbitro. O incorporamos la tecnología al fútbol para que no ocurran situaciones injustas, o este deporte tiene una cara muy grande de engaño. No era una jugada de sencilla decisión. El árbitro está vendido porque su perspectiva no es idónea, pero ¿y el línea?
Fue una jugada clave en un partido vivido con intensidad. Reconozco que me desvirgué de la Catedral. Y a tiempo. Es un campo entrañable pero muy viejete. Incluso con goteras. Una convecina de fila tuvo que ponerse la capucha. Bueno, cosillas. Pero os voy a confesar que por lo vivido, la afición vizcaína no pasa del derbi, un cuerno. Y me parece normal. Sin embargo esas posturas de pasotismo, son algo falsas. Creo que con el Getafe o el Levante no existe ese ambiente ni antes ni durante el partido. Me parece correctísimo. Solo me molesta ese gesto despectivo y falsete.
La afición vibra y hace vibrar. El campo impone. Sin duda la presencia de unas pistas de atletismo en Donostia rebaja esa presión ambiental. Bien es cierto que un porcentaje de esa presión debe llegar con un estado de ánimo de la grada que en ocasiones en Anoeta no llega a la temperatura de San Mamés. No nos vamos a engañar. Y que con esas mismas pistas de atletismo, la gente del rugby del Biarritz o de Baiona han metido caballos de vapor a toneladas y ha sido un rugido similar al de San Mamés.
Del partido poco os puedo añadir. Sigo pensando que el Athletic está más maduro. Más hecho. La Real necesito un hervor, una cocción extra que solo llegará con los años. Ojo a los derbis futuros. La Real volverá a contar y mucho. Si mantiene la estructura de jugadores, es equipo con enorme recorrido. La segunda parte fue prometedora. Mi cuello solo giró hacia la izquierda, hacia donde atacaba la Real. Y mis convencinos de grada, siempre respetuosos a pesar de mi doble bufanda y camiseta realista ‘comme il faut’, se removieron en más de una ocasión porque no veían nada claro el derbi ‘que no les iba la vida, pues’.
Ayer sobró algún cántico desde el txoko donde estaban los seguidores realistas. A 50 metros de mi ubicación. Pero eso lo hacen todas las hinchadas. Los seguidores bilbaínos se molestaban y hacían peinetas a dos metros de mi asiento. Yo sonreía. Quizás ellos no han vivido derbis en Atotxa o Anoeta. Los jóvenes rojiblancos entonces lanzan sus particulares gritos de guerra que también molestan a la grada guipuzcoana. Es un derbi. Así lo viví, y así os lo he contado.
Los siguientes espero que sean en la nueva catedral y en unos años, en el nuevo campo de Anoeta. Creo firmemente que la racha de derrotas en San Mamés está cerca de finalizar. Hay equipo.
Como a través de twitter aposté con un hincha rojiblanco que si la Real perdía ponía el escudo del Athletic, aquí está. No lo coloco de avatar porque quizás más de uno lo podría entender mal. Pero una apuesta es una apuesta. No es mi escudo, evidentemente. El mío es azul y blanco. Con orgullo. Lo defendí como atleta y como aficionado es una gozada pertenecer a esos colores.
* Este es el resultado de la pérdida de una apuesta 😉 … pero yo siempre seguiré defendiendo en el otro.