Fue curioso ver en las gradas de Anoeta, el pasado fin de semana, durante el campeoanto de España junior a campeones de los años 80 y 90. Esta vez volvían a la pista donostiarra quizás con nostalgia de sus éxitos y con unos nervios diferentes a los que sufrían hace un par de décadas. Eran padres de atletas. Padres orgullosos y a ninguno vi con ansiedad por resultados o por medallas. Quizás esos deseos fueran por dentró, lógico, pero sin tensión innecesaria. Seguramente porque saben muy bien que este deporte es un camino largo y que, en ocasiones, muchos campeones en categorías inferiores se han quedado por el camino y la clave es llegar cuando hay que llegar.
Ahí estaba el explusmarquista español de 100 metros Javier Arques. El alicantino tenía hijo velocista. Como él. Otro velocista internacional, el donostiarra Valentín Rocandio también seguía con atención las zancadas de su hijo. Igualmente en 60 metros. Grandes amigos Arques-Rocandio, antaño rivales, seguían juntos las pruebas.
Otra pareja de ilustres excampeones y explusmarquistas de España Ramón Cid y Lilí Recio seguían atentos el campeonato. Ramón, además, por su función de responsable español de saltos y porque el hijo de ambos Carlos competía en salto de altura.
En el 1.500 metros, duelo entre dos espectaculares atletas de los años 80-90. Manuel Pancorbo, con atleta mediofondista del mismo nombre, y Paco Sánchez Vargas, enorme obstaculista también olímpico. Los dos corrieron el 1.500 y los dos hijos subieron al podio.
Y por último, al menos de lo que yo pude ver, estaba también José Antonio Ureña, un especialista de pruebas combinadas que también aportó hijo junior.
Además de los mencionados, en la pista de Anoeta estuvieron exinternacionales que por diversas funciones siguieron los campeonatos como el pertiguista Javier García Chico, la vallista navarra Ana Barrenechea, la heptatleta vallisoletana Ana Pérez, el saltador madrileño Arturo Ortiz, o la vallista guipuzcoana Maddi Emparanza, con hijas que ya están dando alegrías atléticas.