Destituir a Vicente del Bosque después de ganar la Copa del Mundo de fútbol. O a Mourinho tras ser campeón de Liga con el Real Madrid. Y a Guardiola después de llevar al Barcelona al número uno de Europa. Son escenarios casi imposibles. Digo casi porque en el mundo del fútbol todo puede -y ha ocurrido- suceder. Serían cataclismos. Pues idéntica sorpresa se está llevando la natación sincronizcada española cuando la Federación Española anunció la no renovación de Anna Tarrés, la entrenadora que ha llevado a esta especialidad a ser una de las más aclamadas en el panorama internacional. El silencio federativo posterior y declaraciones y cartas de expupilas de Tarrés, valorando positivamente esa destitución, han generado un halo de misterio entorno a este caso.
Anna Tarrés (1967) le avalan -le avalaban- 52 medallas en Juegos Olímpicos, Mundiales y Europeos. Un crédito casi infinito para seguir en el puesto de seleccionadora y más cuando el próximo año se celebra el Mundial en Barcelona. De la catalana se podrán decir muchas cosas pero ha llevado a la natación sincronizada al liderato mundial. Ha convivido con una de las mejores de la historia como Gemma Mengual y ha conseguido un relevo que apenas se ha notado en los resultados. Mucho mérito.
En el aspecto deportivo creo que es intachable su trayectoria. ¿Entonces cuál ha sido la clave para que la Federación le cierre la puerta en un minuto de conversación teléfonica, con formas discutibles? Ha tenido que ser algo muy grave. De lo contrario, no me lo explico. Las declaraciones de la exnadadora Paola Tirados en su blog son brutales y solo tienen dos respuestas por parte de la exseleccionadora: asumir las acusaciones o si son mentira acudir a los juzgados.
Demasiada ambigua la explicación de su destitución desde la Federación: “Por motivos profesionales y política deportiva”. Repito hay piezas de este puzzle que se han perdido en el silencio federativo. No se pueden borrar sin más análisis quince años de trabajo de una entrenadora que apenas hace un mes ha sumado dos medallas en los Juegos Olímpicos. No me creo que la explicación esté en que Tarrés pidió más medios económicos a la Federación. Está en su papel hacerlo. Y también que la Federación se los niegue, pero de ahí a echarle…
Es significativa la no llamada de Gemma Mengual a Tarrés tras conocerse la noticia. ¿Podría ser ella el plan ‘B’ de la Federación Española para llevar las riendas de la sincro? La respuesta quizás pudiera estar en temas más oscuros denunciados por las exnadadoras Tirados y Cristina Violán. La primera ha explicado que le quitó una medalla “porque no se la merecía”. Ella escribió lo siguiente en su blog:
“(…) Becas no entregadas, dinero extraviado, positivos de orina tapados, pagos de nuestro propio bolsillo a entrenadoras extranjeras para coreografiar las rutinas de las competiciones, extorsiones a nadadoras, humillaciones, incitar a nadadoras a tomar antidepresivos para venir motivadas al entreno… ¿Realmente todas estas cosas son posibles? ¿Cuál es el precio de una medalla?…”
Muy fuerte.
Sobre los casos de positivos encubiertos (escuché que eran de marihuana) también habló Violán. Insisto, estas declaraciones solo pueden pasar por el juzgado o confirmándolo la Federación. Otra cosa es que Tarrés no cayera bien por su carácter ultraexigente. Quizás molestaba su capacidad de trabajo, su perfil perfeccionista, su machacona persistencia en innovar. A veces ese cocktail molesta, incomoda. Sobremanera a las que quedan fuera de una selección. Similares episodios se han vivido en la gimnasia rítimica y en otros deportes.
No me gustaría ser un pesado pero algo se escapa en este ‘misterio Tarrés’. Unas declaraciones de exdeportistas no pueden ser coartada para un portazo tan grave. Un deseo incontrolado por alcanzar el éxito con medios sobredimensionados, tampoco. Los defectos de una seleccionadora que podrían traducirse en formas inadecuadas, escasa calidad humana, cierta tiranía, escenas desagradables… podrían ser argumentos para plantear un relevo. Sin embargo cómo me cuesta creer que esos parámetros, aun creyendo que no deberían figurar en un decálogo de comportamientos de una seleccionadora, hayan sido el detonante para barrer al cerebro de 52 medallas internacionales… ¿O sí?